Capítulo 88
EXPERIMENTOS DE REGAZZONI
El 18 de Mayo de 1856 efectuó Regazzoni una serie de notables experimentos ante muy famosos médicos franceses. Trazó con el dedo en el pavimento de la estancia una imaginaria línea cabalística sobre la cual dio algunos pases. Se había convenido en que los mismos médicos escogerían los sujetos de experimentación y los introducirían en la estancia con los ojos vendados, guiándolos hacia la línea sin decirles ni una palabra de lo que de ellos se esperaba. Los sujetos echaron a andar sin el menor recelo, hasta que llegados a la invisible barrera quedaron como clavados en el suelo, mientras que por efecto del impulso adquirido caían de bruces sobre el pavimento, con rigidez semejante a si estuvieran helados (38).
En otro experimento se convino en que a una señal dada por uno de los médicos, el sujeto, que era una muchacha e iba vendada de ojos, debía caer al suelo como herida por un rayo en cuanto sintiea el fluido magnético emitido por la voluntad del magnetizador. Así ocurrió, apenas el médico guiñó el ojo, que era la señal convenida, y al ir uno de los circunstantes a sostener a la muchacha exclamó Regazzoni con voz de trueno: “No la toquéis, dejad que caiga, porque un sujeto magnetizado jamás se lastima en la caída”. Des Mousseaux, al relatar este experimento, dice: “No es tan rígido el mármol como lo era su cuerpo; la cabeza no tocaba al suelo; tenía un brazo extendido al aire, una pierna levantada y la otra horizontal. En esta posición violenta permaneció indefinidamente como estatua de bronce (39).
Todos los resultados obtenidos en las sesiones públicas de hipnotismo, los producía Regazzoni a la perfección, sin pronunciar palabra para prevenir al sujeto de lo que había de hacer, pues silenciosamente determinaba con su voluntad pasmosos efectos en el organismo de personas que le eran del todo desconocidas. Las órdenes que los circunstantes comunicaban en voz baja al oído de Regazzoni tenían inmediato cumplimiento por parte de sujetos con los oídos algodonados y vendas en los ojos, y en algunas ocasiones ni siquiera era necesaria esta comunicación, porque las preguntas mentales de los propios circunstantes hallaban cumplida respuesta.
En Inglaterra llevó a cabo Regazzoni análogos experimentos a trescientos pasos de distancia del sujeto que al efecto se le proporcionaba.
El mal de ojo no es más que la emisión del fluido magnético cargado de odiosa malevolencia y dirigido con malignas intenciones a otra persona, aunque también puede dirigirse con buen propósito. En el primer caso es hechicería y en el segundo magia.
¿Qué es la voluntad? ¿Pueden responder a esta pregunta las ciencias experimentales? ¿Cuál es la naturaleza de ese algo inteligente, incoercible y poderoso que prevalece con augusta soberanía sobre la materia inerte? La Idea universal quiso y el Cosmos brotó a la existencia. Yo quiero, y mis miembros obedecen. Yo quiero, y mi pensamiento atraviesa el espacio que para él no existe, envuelve el cuerpo de otro individuo, que no es parte de mí mismo, penetra en sus poros y cohibiendo sus facultades, si son flacas, le determina a una acción preconcebida. Actúa de modo semejante al fluido de una batería galvánica sobre un cadáver. Los misteriosos efectos de atracción y repulsión son los agentes inconscientes de la voluntad. La fascinación, tal como la ejercen las serpientes con los pájaros, es una acción consciente que dimana del pensamiento. El lacre, el vidrio y el ámbar atraen por el roce cuerpos ligeros y actualizan de este modo, aunque inconscientemente, la voluntad, porque tanto la materia organizada como la inorgánica, poseen una partícula de la esencia divina por indefinidamente pequeña que sea. ¿Y cómo no? Desde el momento en que, durante el proceso de su evolución, ha pasado del principio al fin por millones de formas diversas, debe retener el punto germinal de la materia preexistente, emanada en primera manifestación de la misma Divinidad. ¿Qué ha de ser entonces esta inexplicable fuerza atractiva sino una porción del akâsa, de aquella esencia en que tanto los sabios como los cabalistas reconocieron el “principio de vida”? Admitamos que la atracción ejercida por los cuerpos inorgánicos es ciega; pero según ascendemos en la escala de los seres, vemos que este principio de vida se desenvuelve a cada paso en más determinados atributos y facultades. El hombre, como ser más perfecto, en quien la materia y el espíritu, o sea la voluntad, alcanzan mayor desenvolvimiento, es el único capaz de comunicar impulso consciente al principio de vida que de él emana. Sólo el hombre puede comunicar al fluido magnético varios y opuestos impulsos de ilimitada dirección. Como dice Du Potet: “El hombre quiere y la materia organizada obedece. En él no hay polos”.
Brierre de Boismont, en su tratado sobre Alucinaciones, examina una prodigiosa variedad de visiones, éxtasis y apariciones a que vulgarmente se llaman alucinaciones. Dice a este propósito: “No podemos negar que en ciertas enfermedades se sobreexcita extraordinariamente la sensibilidad que da prodigiosa agudeza de percepción a los sentidos, hasta el punto de que algunos individuos ven desde considerable distancia y otros anuncian la llegada de personas antes de que nadie pueda verlas ni oírlas” (40).