Isis Sin Velo - [Tomo I]

Capítulo 131

INFLUENCIA DE LA MÚSICA

Desde la más remota antigüedad se percataron los filósofos de la singular influencia de la músca en algunas enfermedades, sobre todo en las nerviosas. Kircher recomienda la música como medicina, pues en sí mismo experimentó sus curativos efectos valiéndose de un tímpano compuesto de cinco vasos de muy delgado cristal, dispuestos en fila y llenos de dos distintas clases de vino los dos primeros, de aguardiente el tercero, de aceite el cuarto y de agua el quinto, con los que producía cinco notas golpeando los bordes con el dedo. Los sonidos musicales tienen una propiedad de atracción que expele y se lleva en sus vibraciones la dolencia. Veinte siglos atrás ya se valía Asclepiades del sonido de una trompeta para curar la ciática, cuyo dolor cesaba por la vibración de las fibras nerviosas. Análogamente afirma Demócrito, que muchas enfermedades se curan al son de la flauta, y Mesmer empleaba en sus curas magnéticas el tímpano de Kircher.

A este propósito acude espontánemante a la memoria aquel pasaje de la Biblia, en que David aliviaba al son del arpa la melancolía de Saúl. Dice así:

Y con esto, cuando por permisión de Dios arrebataba a Saúl el espíritu maligno, tomaba David el arpa y la tañía con su mano, y Saúl se recobraba y se sentía mejor porque el espíritu maligno se iba de él (17).

El famoso filósofo escocés Maxwell se comprometió ante varias facultades de Medicina, a curar magnéticamente las más pertinaces calenturas, así como la epilepsia, impotencia, locura, lisiadura, hidropesía y otras enfermedades incurables.

Este mismo filósofo apunta en su Medicina Magnética, los siguientes aforismos entresacados de las enseñanzas cabalísticas y alquímicas.

“Lo que los hombres llaman alma del mundo es una vida tan ardiente, espiritual, veloz, brillante y etérea, como la misma luz. Es un espíritu vital que está en todas partes y por doquiera es el mismo... La materia no puede actuar si no está vivificada por este espíritu que mantiene todas las cosas en su peculiar condición. En la naturaleza está libre este espíritu de todo obstáculo, y quien sabe infundirlo en un cuerpo a propósito, posee un tesoro superior a toda riqueza.

“Este espíritu es el lazo común entre todos los ámbitos de la tierra y alienta en todo y a través de todo (adest in mundo quid commune omnibus mextis, in quo ipsa permanent).

“Quien conoce este universal espíritu de vida y sus aplicaciones evita todo daño.

“Si puedes aprovecharte de este espíritu e infundirlo en determinado cuerpo llevarás a cabo los misterios de la magia.

“Quien sepa actuar en los hombres por medio de este espíritu universal curará las enfermedades a la distancia que le plazca.

“Quien sepa vigorizar el espíritu particular, por medio del universal, podrá prolongar su vida hasta la eternidad.

“Los espíritus se comunican entre sí por sus emanaciones, aunque estén distantes unos de otros. Esta comunión recíproca es la aterna e incesante radiación de un cuerpo a otro. Pero no es posible hablar de esto sin peligro, porque motivaría abominables abusos”.

Veamos ahora cómo abusan de las facultades magnéticas algunos médiums saludadores. Para que la curación merezca este nombre, requiere confianza en el enfermo o salud robusta y voluntad enérgica en el saludador. La esperanza fortalecida por la fe basta para que uno mismo venza toda condición morbosa. La tumba de un santo, una reliquia, un talismán, un pedazo de papel o una prenda de ropa que haya estado en manos del saludador, un remedio secreto, una penitencia o ceremonia, la imposición de manos o una fórmula pronunciada de intento, producen los mismos efectos curativos, pues todo depende del temperamento, de la imaginación y de la confianza en recobrar la salud. En infinidad de ocasiones el médico, el sacerdote o la reliquia cobraron la fama de curaciones debidas exclusivamente a la fe del paciente. A la enferma de flujo de sangre que tocó su túnica, le dijo Jesús: “Tu fe te ha salvado”.

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