Isis Sin Velo - [Tomo I]

Capítulo 32

VALÍA DE LAS PRUEBAS

Los fenómenos psíquicos, que erróneamente sin duda se llaman espiritistas, están hoy perfectamente comprobados y fuera inútil negarlos. Aun prescindiendo de los casos de fraude e impostura, todavía queda mucho para las investigaciones de la ciencia. No es necesario el valor de Galileo para lanzar al rostro de los académicos el famoso e pur si muove, porque los fenómenos psíquicos han tomado ya la ofensiva.

Opinan los modernos científicos que, si bien son para ellos un misterio los fenómenos mediumnímicos, nada prueba que no deriven de anormales condiciones nerviosas de los médiums, y hasta tanto que no se dilucide esta cuestión, es inadmisible atribuirlos a espíritus humanos. Verdaderamente, quienes afirman la intervención de los espíritus han de probar su afirmación; pero si los científicos quisieran estudiar el asunto de buena fe, con sincero deseo de esclarecer tan hondo misterio, en vez de desdeñarlo, no habrían de temer censura alguna. Ciertamente, la mayoría de las comunicaciones mediumnímicas parecen dadas a propósito para despertar recelos en los investigadores menos sagaces, porque, aun en los casos en que no hay impostura, suelen ser vulgares y chabacanas. En los últimos veinte años vimos escritas, de mano de distintos médiums, comunicaciones dictadas, al decir del comunicante, por Shakespeare, Byron, Franklin, Pedro el Grande, Napoleón, Josefina y Voltaire; pero nos causaron el efecto de que Napoleón y su esposa habían olvidado la ortografía, de que Shakespeare y Byron eran unos fatuos y Voltaire un imbécil. Disculpable es, por lo tanto, juzgar del aparente embaucamiento, que si tan palpable es el fraude en la superficie, no será fácil hallar la verdad en el fondo. La ridícula suplantación de personajes célebres,cuyos nombres aparecen al pie de vulgarísimas comunicaciones, ha empachado de tal modo a los científicos, que no pueden digerir la verdad subyacente en los fenómenos psíquicos, como si juzgaran del fondo del océano por la superficie de las aguas cubiertas de espuma y escorias. Pero si por una parte no cabe vituperar a quienes al primer indicio de falsedad entran en recelo, tenemos el derecho de censurarlos por no llevar adelante sus investigaciones. Tan neciamente proceden estos tales, como si un buzo repugnara tomar una concha al verla sucia y viscosa, sin tener en cuenta que con sólo abrirla encontraría la perla. Ni siquiera las negaciones de las eminencias científicas valen en este caso, pues la repugnancia que sienten hacia un asunto tan impopular, parece como si hubiera contagiado a la generalidad de las gentes. Los fenómenos ahuyentan a los científicos y los científicos rehuyen los fenómenos, dice Aksakof en un notable artículo sobre mediumnidad, de acuerdo con la comisión científica de San petersburgo, encargada de investigar los fenómenos psíquicos, cuyo informe estaba tan poco meditado y lleno de prejuicios, que aun los mismos escépticos protestaron despectivamente contra su notoria parcialidad.

El profesor Fisk delata en su obra El Mundo invisible, la falta de lógica de sus colegas científicos al criticar la filosofía genuinamente espiritualista, diciendo que según las exactas definiciones de los conceptos de materia y espíritu, la existencia del espíritu es indemostrable por los sentidos, y que por lo tanto, no es posible fundamentar la filosofía espiritualista en pruebas científicas. A este propósito transcribiremos el siguiente pasaje de la citada obra:

“El testimonio de la existencia del espíritu es inasequible en las condiciones de la vida terrena, puesto que escapa a toda experimentación, y por numerosas que sean sus pruebas, no cabe esperanza de hallarlas. Por lo tanto, nuestro fracaso en este empeñao no es seguramente de valía contra la existencia del espíritu. En este concepto, la creencia en la vida futura carece de base científica, porque en manera alguna lo necesita ni es posible someterla a la crítica de los científicos. Los adelantos de la ciencia física, por rápidos que sean, no podrán en lo futuro impugnar esta creencia, que lejos de ser contraria a la razón, en nada afecta a la mentalidad científica ni para nada influye en las conclusiones de las ciencias experimentales.

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