Isis Sin Velo - [Tomo I]

Capítulo 99

CAPÍTULO VI

Hermes, el portador de mis órdenes, tomó la varilla

con que a su arbitrio cierra los párpados de los mortales

Y a su arbitrio también despierta a los dormidos.

-Odisea, Libro V.

Yo vi saltar los anillos samotracios y bullir las

limaduras de acero en un plato de bronce,

apenas pusieron debajo la piedra imán. Y

con pánico terror parecía huir de ella el hierro

con acerbo odio.-LUCRECIO, Libro VI.

Pero lo que especialmente distingue a la Fraternidad,

es su maravilloso conocimiento de los recursos del arte

médico. Operan por medio de simples y no por hechizos.

-Manuscrito. Informe sobre el origen y atributos de los

verdaderos rosacruces).

Pocas verdades tan profundas han dicho los científicos como la expuesta por Cooke en su obra Nueva Química, al decir: “La historia de la ciencia nos demuestra que para arraigar y desarrollarse una verdad científica, es preciso que la época esté debidamente dispuesta a recibirla, pues muchas ideas no dieron fruto por haber caído en suelo estéril; pero tan luego como el tiempo puso el abono, la simiente echó raíces y más tarde frutos...

“Todo estudiante se sorprende al ver el escaso número de verdades que aun los más preclaros talentos añadieron al acopio científico”. La transformación operada recientemente en la química es muy a propósito para llamar la atención de los químicos sobre el particular, que no causaría extrañeza si antelativamente se hubiesen estudiado con imparcial criterio las enseñanzas alquímicas. El puente que salva el abismo abierto entre la nueva química y la vieja alquimia es pequeño en comparación del tendido más audazamente al pasar de la teoría dualística a la unitaria.

Así como Ampère fue fiador de Avogadro entre los químicos modernos, así también se verá algún día que la hipótesis del od, sustentada por Reichenbach, abre camino para estimar la valía de Paracelso. Hace tan sólo cincuenta años, se consideraba la molécula como el tipo unitario de las combinaciones químicas, y acaso no transcurra tanto tiempo sin que se reconozca el eminente mérito del místico suizo, quien dice en una de sus obras: “Conviene tener en cuenta que el imán es aquel espíritu de vida en el hombre sano, a quien el enfermo busca, y ambos están unidos al caos externo. De esta suerte, el enfermo inficiona al sano por atracción magnética”.

Las obras de Paracelso describen las causas de las enfermedades que afligen a la humanidad, las ocultas relaciones entre la fisiología y la psicología, que en vano se esfuerza en descubrir especulativamente la ciencia moderna, y los específicos y remedios de cada una de las dolencias corporales. También conoció Paracelso el electro-magnetismo tres siglos antes de que OErsted presumiera haberlo descubierto, según puede inferirse del examen crítico de su peculiar terapéutica. En cuanto a sus descubrimientos químicos, no hay necesidad de enumerarlos, puesto que muchos autores imparciales le tienen por uno de los más insignes químicos de su época (1). Brierre de Boismont le llama genio, y de acuerdo con Deleuze dice que abrió una nueva era en la historia de la medicina. El secreto de sus felices y mágicas curaciones (como las llamaron entonces), consistía en el soberano menosprecio con que miraba a las tituladas autoridades científicas de su tiempo. A este propósito, dice: “Al investigar la verdad, me he preguntado que de no haber en este mundo maestros de medicina, ¿cómo me las hubiera yo arreglado para aprender este arte? Pues en ningún otro libro que en el siempre abierto de la naturaleza, escrito por el dedo de Dios... Me acusan de no haber entrado en el templo del arte por la puerta principal; pero ¿quién tiene razón? ¿Galeno, Avicena, Mesue, Rhasis o la honrada naturaleza? Yo creo que la naturaleza, y por sus puertas entre guiado por la luz de la naturaleza sin necesidad de candiles de boticario”.

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