Capítulo 145
SINCERIDAD DE JOWETT
¿En qué rama de conocimientos aventajan los modernos a los antiguos? Conviene advertir que entendemos por conocimiento la acabada expresión de las verdades de la naturaleza y de ningún modo las brillantes definiciones de los científicos, ni los minuciosos pormenores que dan nombres particulares a los nervios, arterias, fibras y células de hombres, animales y plantas.
Los modernos echan en cara a los antiguos su ignorancia de estos pormenores, y así los comentadores de Platón dicen que carecía de conocimientos anatómicos y se entretuvo en especular vanamente sobre la fisiología del cuerpo humano, cuyas funciones ignoraba, sin saber ni una palabra respecto a la transmisión nerviosa de las sensaciones. La idea platónica de que el cuerpo humano es un microcosmos o universo en miniatura, y por lo tanto ha de estar formado como éste de triángulos, es en extremo trascendental para que la comprendan los científicos escépticos, y no es extraño que parezca ridículamente absurda a sus traductores, con excepción de Jowett, quien en el prólogo puesto al Timeo advierte sinceramente que los científicos modernos no tienen en cuenta que las ideas de Platón les han servido de apoyo para elevarse a superiores conocimientos, y además, olvidan lo mucho que la metafísica antigua ha contribuido al progreso de la física moderna (56).
Si en vez de disputar sobre la falta de precisión científica del lenguaje de Platón, analizáramos detenidamente sus obras, encontraríamos sin ir más allá del Timeo el germen de todos los descubrimientos modernos. Allí se vislumbran la circulación de la sangre y la ley de gravedad, pues sabía Platón que la sangre es un fluido en constante movimiento, aunque, como dice Jowett, ignorara que sale del corazón por las arterias para regresar a esta entraña por las venas. Platón empleó el método sintético cuyo más acabado modelo es la geometría. En vano la ciencia moderna busca entre las alteraciones moleculares aquella Causa primera que Platón infirió del majestuoso movimiento de los mundos que le revelaban el vasto plan de la creación. Apenas atendían los filósofos antiguos a los minuciosos pormenores que han agotado la paciencia de los científicos modernos; y de ello resulta que si un alumno de segunda enseñanza sabe más que Platón en los pormenores, en cambio el menos aprovechado discípulo de este filósofo dejaría tamañito al más sabihondo académico moderno en lo concerniente a las leyes cósmicas y las fuerzas que tras ellas laten.
No echan de ver esto los traductores de Platón, porq ue están demasiado engreídos los modernos a expensas de los antiguos, cuyos errores fisiológicos y anatómicos se exageran para lisonjear el amor propio de nuestra época, obscureciendo el esplendor mental de pasados tiempos, como si con la imaginación agrandáramos las manchas del sol para eclipsarlo.
La poca eficacia de las investigaciones modernas está comprobada por la circunstancia de que, no obstante la multitud de pormenorizadas denominaciones científicas en los mineales, vegetales, animales y en el mismo organismo humano, nada pueden decir en concreto los más eminentes fisiólogos acerca de la fuerza vital que ocasiona las transformaciones en los reinos de la naturaleza. Para ello es preciso beber en fuentes distintas de las que alimentan a los científicos contemporáneos. Mucho valor profesional necesita quien reconoce la profundidad de conocimiento de los antiguos, en contra del corriente prejuicio tan inclinado a regatearles méritos, y gustosamente laureamos a científicos como Jowett (57) quien en su traducción de las obras de Platón reconoce que en la filosofía natural de los antiguos, considerada en armónico conjunto, se echa de ver: