Capítulo 37
OPINIONES DE CROOKES
“El perfeccionamiento y difusión de los métodos científicos facilitarán la exactitud de las observaciones, con estímulos de mayores anhelos de verdad, en los investigadores futuros, cuyos descubrimientos lanzarán los vanos residuos del espiritismo al desconocido antro de la magia y de la nigromancia”.
Sin embargo, en 1875 describía el mismo crookes, con profusión de pormenores, los fenómenos producidos por el materializado espíritu llamado Catalina King (10). No cabe suponer que durante dos o tres años seguidos estuviera Crookes sujeto a algtuna sugestión extraña o alucinado por completo, pues la materializada forma de Catalina King se le aparecía en su propio despacho en circunstancias incompatibles con todo fraude, y la vieron y oyeron centenares de testigos. Sin embargo, dice Crookes que jamás creyó que Catalina King fuera un espíritu desencarnado. Aun admitiendo la afirmación de Crookes bajo su sola palabra, tendríamos que la materializada forma había de ser forzosamente una de las entidades enumeradas en la sexta hipótesis, según opina el mismo Crookes (11). Y por cierto, que tan sólo a un hada pudiera aplicarse la poética descripción del insigne físico cuando de ella dice:
“Aparece rodeada de un ambiente de vida, y sus dulces y serenos ojos, tan bellos como los pensamientos celestiales, acrecientan con su mirada la diafanidad del aire. Ante su avasalladora presencia, sentimos que no fuera idolatría hincarnos de rodillas” (12). Así es que después de haber escrito en 1870 tan acerbas frases contra el espiritismo y la magia, después de declarar que todo le parecía cosa de superstición, o por lo menos de inexplicable fraude o alucinación de los sentidos, dice Crookes cinco años más tarde:
“Mayor repugnancia siente mi razón, por contrario al sentido común, a creer que la Catalina King de estos tres pasados años, sea ilusorio efecto de fraudes e imposturas, que creer que sea lo que ella misma afirma ser” (13).
Esta observación demuestra concluyentemente:
1º Que si bien Crookes tenía el pleno convencimiento de que la forma materializada Catalina King era una entidad, no creía que fuese el médium, ni difunto alguno, sino, por el contrario, una desconocida fuerza de la naturaleza, propensa a las expansiones del amor y de la alegría retozona.
2º Que a pesar de su absoluta certeza de la existencia de aquella nueva fuerza, no variaba el eminente investigador su escéptica actitud respecto de la cuestión. En una palabra: creía firmemente en el fenómeno, pero negaba que lo produjera la acción del espíritu de un difunto.
Nos parece que por lo concerniente a los prejuicios del vulgo, esclarece Crookes un misterio para sumir a las gentes en otro todavía mayor, es decir, que le resulta el obscurum per obscurius, pues al rechazar los despreciables residuos del espiritismo, se sumerge temerariamente el audaz científico en el desconocido limbo de la magia y la nigromancia.
Las leyes hasta ahora conocidas de las ciencias físicas, apenas intervienen en los fenómenos espiritistas, por muy objetivos que sean, y aunque de ellos se infieran visiblemente los efectos de una fuerza desconocida, no han podido todavía los científicos comprobarlos a su sabor ni descubrir las condiciones necesarias y suficientes para su producción, porque ello requiere un estudio tan profundo de la trina naturaleza física, psíquica y espiritual del hombre, cual en otro tiempo lo hicieron los magos, teurgos y taumaturgos.
Hasta ahora, aun los mismos que, a ejemplo de Crookes, han investigado atenta e imparcialmente los fenómenos psíquicos, prescindieron de la causa como si de antemano la diputaran por investigable y les conturbase lo mismo que la causa primera de los fenómenos cósmicos, cuyos infinitos efectos tan cachazudamente observan y clasifican. Sus procedimientos de investigación igualan en insensatez a aquel que para encontrar las fuentes de un río, caminase hacia la desembocadura. Tan mezquino concepto tienen de la posible acción de las leyes naturales, que, o niegan aun las más sencillas modalidades de fenómenos psíquicos, o han de atribuirlos a milagros que la ciencia rechaza por absurdos, resultando de todo ello desprestigiados los científicos. Si estos hubieran estudiado los llamados “milagros”, en vez de negarlos, de seguro que ya conocerían muchas leyes naturales que los antiguos conocieron. Como dice Bacon: “El convencimiento no dimana de los argumentos, sino de la experimientación”.