Capítulo 112
LA FUERZA SIDÉREA
Más adelante demuestra Paracelso que en el hombre late una “fuerza sidérea” emanada de los astros, que constituye su forma astral. Esta fuerza sidérea, que pudiéramos llamar espíritu de la materia cometaria, permanece directamente relacionada con los astros de que procede y así quedan los hombres en mutua atracción magnética. Considera también Paracelso, que el cuerpo humano tiene la misma composición química que la tierra y los demás astros, y dice así: “El cuerpo procede de los elementos y el alma de los astros... De los elementos saca el hombre en comida y bebida lo necesario para sustentar su carne y sangre; pero de las estrellas le viene el sustento de la mente y pensamientos de su alma”. Vemos corroboradas hoy estas afirmaciones de Paracelso, por cuanto el espectroscopio demuestra la identidad química entre el cuerpo humano y el sistema planetario, y los físicos enseñan desde la cátedra la magnética atracción del sol y de los planetas (6).
Entre los elementos constitutivos del cuerpo humano, se han descubierto ya en el sol, el hidrógeno, sodio, calcio, magnesio y hierro; y en los centenares de estrellas observadas se ha encontrado el hidrógeno, excepto en dos. Por lo tanto, si el espectroscopio ha confirmado al menos una de las afirmaciones de Paracelso, es de esperar que con el tiempo queden corroboradas las demás, no obstante el menosprecio en que le han tenido astrónomos y químicos por sus teorías sobre la idéntica composición química del hombre y los astros, y por sus ideas acerca de las afinidades y atracciones entre unos y otros.
Pero ocurre preguntar: ¿cómo pudo Paracelso presumir la constitución de los astros, cuando hasta el descubrimiento del espectroscopio nada supieron las academias de química sidérea? Aún hoy día, a pesar de los novísimos procedimientos de observación, sólo se ha logrado indicar la presencia en el sol de unos cuantos elementos y de una cromoesfera hipotética, pues todo lo demás continúa en el misterio. ¿Hubiese podido Paracelso estar tan seguro de la constitución natural de los astros, si no dispusiera de medios como la filosofía hermética y la alquimia, no sólo desconocidos, sino menospreciados por la ciencia?
Además, conviene tener en cuenta que Paracelso descubrió el hidrógeno y conocía perfectamente su naturaleza y propiedades, mucho tiempo antes de que los científicos ortodoxos sospecharan su existencia; que había estudiado astrología y astronomía, como todos los filósofos del fuego, y no se equivocaba al asegurar la directa afinidad del hombre con los astros.
También expuso Paracelso, y a los fisiólogos toca comprobarlo, que el cuerpo no sólo se alimenta por medio del estómago, “sino también, aunque imperceptiblemente, de la natural fuerza magnética de que cada individuo extrae su nutrición específica...; pues de los elementos en equilibrio atrae el hombre la salud y de los perturbados la enfermedad”. La ciencia admite que los organismos vivientes están sujetos a leyes de afinidad química, y la propiedad más notable de los tejidos orgánicos, según los fisiólogos, es la absorción. Por lo tanto, nada de extraño tiene la afirmación de Paracelso de que el cuerpo humano, a causa de su naturaleza química y magnética, absorbe las influencias siderales. ¿Qué puede objetar la ciencia a la afirmación de que los astros nos atraen y a nuestra vez los atraemos? Así lo prueba el descubrimiento del barón de Reichenbach, de que las emanaciones ódicas del hombre son idénticas a las de los minerales y vegetales.
Paracelso afirmó la unidad constitutiva del universo, al decir, que “el cuerpo humano contiene materia cósmica”, pues el espectroscopio no sólo ha demostrado la existencia en el sol y demás estrellas fijas de los mismos elementos químicos de la tierra, sino también que cada estrella es un sol de constitución similar al nuestro (7). Según Mayer (8), las condiciones magnéticas de la tierra dependen de las variaciones que sufre la superficie solar a cuyas emanaciones está sujeta, por lo que si las estrellas son soles, también han de influir proporcionalmente en la tierra
Sigue diciendo Paracelso: “Durante el sueño nos parecemos a las plantas que también tienen cuerpo elementario y vital, pero no espíritu. Entonces el cuerpo astral queda libre y gracias a su elástica índole puede vagar en torno del vehículo dormido o lanzarse al espacio y conversar con sus padres astrales y con sus hermanos, desde lejanas distancias. Los sueños proféticos, la presciencia y los presentimientos son facultades del cuerpo astral negadas al grosero cuerpo físico, que al morir se restituye a los elementos de la tierra, mientras que los distintos espíritus vuelven a los astros. También los animales tienen presentimientos, porque asimismo poseen cuerpo astral"”