Isis Sin Velo - [Tomo I]

Capítulo 125

OPINIÓN DE DESCARTES

Descartes, aunque adorador de la materia, era ardiente partidario de la teoría magnética y hasta cierto punto de la alquimia. Su concepto del universo tenía no poca semejanza con el de otros insignes filósofos. Según él, está lleno el infinito espacio de una materia fluida elemental, única fuente de toda vida, que envuelve a los astros y los mantiene en continuado movimiento. Los vórtices de Descartes entrañan el mismo concepto que las corrientes magnéticas de Mesmer, y sobre esto dice Ennemoser, que la semejanza entre ambas hipótesis es más notable de lo que presumen quienes no han estudiado cuidadosamente el asunto (3).

El conspicuo filósofo Poiret-Naudé profesó asimismo la teoría magnética y fue uno de sus primeros propagadores (4). En sus obras está plenamente vindicada la filosofía mágico-teosófica.

El conocido doctor Hufeland dejó escrita una obra sobre magia (5) en que expone la teoría de la atracción magnética entre los hombres, los animales, las plantas y los minerales, corroborando el testimonio de Campanella, Van Helmont y Servio, en lo referente a la simpatía entre las diversas partes de los cuerpos orgánicos e inorgánicos.

Estas mismas ideas declara Tenzel Wirdig en sus obras, con mayor claridad, lógica y vigor que cuantos místicos trataron del mismo asunto. En su famosa obra: Nueva medicina espiritual, demuestra que la naturaleza entera está animada, fundándose en la magnética atracción universal a que da el nombre de “armonía de los espíritus”. Según él, cada cosa atrae a su semejante y propende hacia las de índole simpática con la suya. De las mutuas simpatías y antipatías se origina el continuado movimiento del universo, y la incesante comunión entre cielos y tierra engendra la armonía universal. Todas las cosas viven y mueren por efecto del magnetismo y se influyen recíprocamente a pesar de la distancia, de modo que la fuerza de atracción y repulsión determina el estado normal o morboso de los congéneres (6).

Kepler, el precursor de Newton en el descubrimiento de fundamentales principios científicos, entre ellos el de la gravitación universal (7), aceptaba la enseñanza cabalística de que los espíritus planetarios son entidades inteligentes residentes en los planetas, que están habitados por seres espirituales cuya influencia se deja sentir en los moradores de los planetas más densamente groseros, y en particular de nuestro globo (8). Pero así como esta hipótesis de las planetarias influencias espirituales quedó suplantada por la de los vórtices del materialista Descartes, algún día prevalecerán sobre esta última las de las corrientes magnéticas inteligentemente dirigidas por el ánima mundi.

El erudito filósofo italiano Juan Bautista Porta recibió de la crítica el mismo trato que sus colegas, no obstante haber demostrado el ningún fundamento de las imputaciones que de superstición y hechicería se lanzaban contra la magia. Este célebre alquimista dice en su obra: Magia natural, que los fenómenos de ocultismo tienen por fundamento el alma del mundo que solidariza todas las cosas. Añade que el espíritu humano es de la esencia de la luz astral, y que como ésta actúa en simpática armonía con la naturaleza toda, nuestros cuerpos sidéreos alcanzan a operar mágicas maravillas con tal de conocer los elementos a propósito. Declara que la piedra filosofal, de cuya posesión se han jactado muchos para asombrar a las gentes, la encontraron felizmente unos pocos, e insinúa algo de la significación espiritual de esta piedra.

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