Capítulo 102
OPINIÓN DEL PROFESOR WAGNER
A esta misma conclusión vino a parar el profesor Wagner de San Petersburgo (93), quien dice al refutar a su contrincante Shkliarevsky:
Mientras las manifestaciones espiritistas fueron esporádicas y de poca importancia, pudimos engañarnos los científicos con las hipótesis de la acción muscular inconsciente o de la cerebración también inconsciente, y desdeñar todo lo demás como si fuesen artificios de prestidigitación... Pero los fenómenos son ya demasiado sorprendentes y los espíritus se muestran en formas materializadas que, cualquier escéptico como vos mismo, puede palpar a su gusto y aún pesarlas y medirlas. No es posible resistirnos a la evidencia por más tiempo, so pena de frisar con la locura. Procurad, pues, convenceros humildemente de la posibilidad de hechos que parecen imposibles.
El médium es un sujeto magnetizado por el flujo de la luz astral, y de la intensidad de este flujo y de las condiciones orgánicas del médium dependerá la receptividad magnética de éste y su remanencia magnética, de la propia suerte que el acero conserva la imanación por mucho más tiempo que el hierro, a pesar de que el acero no es ni más ni menos que hierro carburizado. La receptividad magnética del médium puede ser congénita o haberse educido por procedimientos hipnóticos, por influencia de entidades psíquicas o también por esfuerzos de la propia voluntad. Además, dicha receptividad parece tan hereditaria como otras cualidades psíquicofísicas, pues los padres de la mayoría de los médiums famosos manifestaron indicios de mediumnidad. Los sujetos hipnóticos se transportan fácilmente a las más altas modalidades de clarividencia y mediumnidad, según afirman de consuno los expertos hipnotizadores Gregory, Deleuze, Puysegur, Du Potet y otros.
Respecto de la saturación magnética por esfuerzo de la propia voluntad, basta atender a los relatos de los sacerdotes japoneses, chinos, siameses, indos, tibetanos y egipcios, así como de los místicos y ascetas del cristianismo, para convencernos de su realidad. La dilatada persistencia en el propósito de subyugar la materia determina una condición psíquicofísica enque, no sólo se anulan las sensaciones externas, sino que puede quedar el cuerpo con apariencias de muerte. El éxtasis fortalece de tal modo la voluntad, que el extático atrae a sí con la fuerza absorbente de los vórtices las entidades moradoras en la luz astral, que acrecientan todavía más su energía psíquica.
Los fenómenos hipnóticos no admiten otra hipótesis explicativa que la proyección de una corriente magnética desde el hipnotizador al sujeto; y por lo tanto, si la voluntad del primero es lo suficientemente poderosa para proyectar dicha corriente, no le será difícil invertir el sentido en que la dirige y atraerla hacia sí del depósito universal como algunos suponen. Pero aun admitiendo que la corriente magnética tenga por originario manantial el mismo cuerpo del hipnotizador, sin que pueda en consecuencia atraerla de ningún punto externo, resultará que si es capaz de engendrar fluido bastante para saturar al sujeto o el objeto sobre que lo proyecte, tampoco ha de serle difícil proyectarla sobre sí mismo. Buchanan (94) echa de ver que los movimientos del cuerpo están orientados por los órganos frenológicos, y así la agresividad tiende a bajar y retroceder, mientras que la firmeza retrocede elevándose y la esperanza se eleva adelantándose. Los ocultistas conocen tan bien este principio, que explican la involuntaria levitación de sus cuerpos diciendo que al fijar el pensamiento en muy alto punto, se satura el cuerpo de luz astral y sigue entonces la aspiración de la mente y se eleva en el aire con tanta facilidad como un corcho retenido en el fondo flota, una vez suelto, en la superficie del agua. La misma explicación conviene al vértigo de las alturas y a la atracción del abismo, pues en estos casos imaginamos temerosamente la caída, y el cuerpo propende a seguir la dirección del pensamiento, a menos que se rompa el hechizo fascinador. Por esto los niños cuya mente no está vigorizada todavía ni tienen experiencia de semejantes accidentes, no muestran emoción alguna en igualdad de circunstancias (95).