Capítulo 38
CAPÍTULO III
De extraña condición es la inteligencia humana, pues
antes de alcanzar la verdad parece como si necesitara
obstinarse durante largo tiempo en el error.
MAGENDIE.
La verdad que proclamo está esculpida en los monumentos
antiguos. Para comprender la historia es preciso estudiar el
simbolismo de pasadas épocas, los sagrados signos del
sacerdocio y el arte de curar de los tiempos primitivos, ya
olvidado hoy en día.
BARÓN DU POTET
Es axiomático que todo cúmulo de hechos desordenados
requieren una hipótesis para su ordenamiento.
SPENCER
Para encontrar fenómenos análogos a los expuestos en el capítulo precedente es preciso recurrir a la historia de la magia. En todas las épocas y países se ha conocido el fenómeno de la insensibilidad del cuerpo humano en grado suficiente para resistir sin dolor golpes, pinchazos y aun disparos de arma de fuego; pero si la ciencia no se ve capaz de explicar satisfactoriamente este fenómeno, con ninguna dificultad tropiezan para ello los hipnotizadores que conocen las propiedades del fluido. Poca admiración han de causar los milagros de los jansenistas a hombres que mediante unos cuantos pases magnéticos logran anestesiar determinadas partes del cuerpo hasta el punto de dejarlas insensibles a las quemaduras, incisiones y pinchazos. Los magos de Siam y de la India están sobradamente familiarizados con las propiedades del misterioso fluido vital (*akâsha *) para que les extrañe la insensibilidad de los convulsivos, porque saben comprimir dicho fluido alrededor del sujeto, de modo que forme como una coraza elástica absolutamente invulnerable a los contactos físicos, por violentos que sean.
En la India, Malabar y algunas comarcas del África central no tienen los magos inconveniente en que cualquier viajero les descerraje un tiro sin ninguna prevención por su parte. Según refiere Laing (1), el primer europeo que visitó la tribu de los sulimas, cerca de las fuentes del río Dalliba, pudo presenciar cómo unos soldados dispararon contra el jefe de la tribu sus bien cargadas armas, sin que le causaran daño alguno, a pesar de que por toda defensa sólo llevaba unos cuantos talismanes. Caso parecido relata Saverte (2) diciendo que en el año 1586 el príncipe de Orange mandó que arcabucearan a un prisionero español en Juliers. El piquete disparó contra el reo que previamente había sido atado a un árbol, pero resultó ileso, y en vista de tan sorprendente suceso le desnudaron por ver si llevaba alguna armadura oculta y tan sólo le descubrieron un amuleto, despojado del cual cayó muerto a la primera descarga.