Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 103

EL MOVIMIENTO CONTINUO

Tan por imposible como el movimiento continuo tienen los científicos el elixir de larga vida que aseguraron los filósofos herméticos haber descubierto, aprovechándose de él para prolongar su existencia más allá de los ordinarios términos, e igualmente les parece quimera la transmutación de los metales en oro y la eficacia del disolvente universal. El movimiento continuo es para ellos una imposibilidad física (96); el elixir de larga vida, una extravagancia fisiológica; y el disolvente universal, un absurdo químico. A tanto llega el escepticismo de un siglo que ha coronado con la cúpula del protoplasma el edificio de la filosofía positivista.

Balfour Stewart considera “imposible el movimiento continuo mientras la ciencia no conozca acabadamente las leyes naturales de que todavía apenas sabe lo necesario para escudriñar el plan y sentir el espíritu de la naturaleza” (97). Si esta negación de Stewart no tiene mejor fundamento que la de su colega Babinet, fácil será rebatirla con sólo considerar que el universo es prueba convincente del movimiento continuo y no lo es menor la teoría atómica que ha venido a vigorizar las agotadas mentes de los investigadores científicos. El telescopio, al dilatar el espacio, y el microscopio, al revelar el diminuto mundo contenido en una gota de agua, han demostrado igualmente la continuidad del movimiento, y si como es arriba es también abajo, nadie se atreverá a negar la posibilidad de que cuando los científicos comprendan mejor la conservación de la energía y admitan las dos modalidades energéticas de los cabalistas, sean capaces de construir un mecanismo sin rozamientos, que por sí mismo resarza el consumo de energía (98).

Lo cierto es que el mecánico a quien se deba el hallazgo del movimiento continuo será capaz de comprender por analogía todos los secretos de la naturaleza, porque el progreso está en razón directa de la resistencia.

Lo mismo podemos decir del elixir de larga vida, de la vida física se entiende; pues el alma debe la inmortalidad a su divina unión con el inmortal espíritu. Pero el concepto de continuo o perpetuo no es equivalente al de infinito. Los cabalistas nunca afirmaron la posibilidad del movimiento interminable ni de la vida física sin fin. Según el axioma hermético, únicamente la Causa primera y sus directas emanaciones, nuestros espíritus (99) son incorruptibles y eternos; pero por el conocimiento de algunas fuerzas naturales, todavía ocultas a las miradas de los materialistas, aseguran los herméticos que es posible prolongar indefinidamente el movimiento mecánico y la vida física.

La piedra filosofal tiene más de una significación relacionada con su misterioso origen. Dice sobre esto el profesor Wilder:

El estudio de la alquimia era más universal de lo que suponen algunos tratadistas y auxiliaba si acaso no se identificaba con las ocultas ciencias de magia, necromancia (100) y astrología, tal vez porque en su origen todas eran modalidades del espiritualismo que siempre existió en la historia del género humano.

Lo más sorprendente es que los mismos que consideran el cuerpo humano como una “máquina de digerir” pongan objeciones a la idea de que esta máquina funcionaría sin rozamientos si fuera posible lubrificar sus moléculas con un equivalente de la metalina. Según el Génesis, el cuerpo del hombre fue formado de barro o polvo de la tierra; pero esta alegoría contradice a los modernos investigadores que afirman haber descubierto los constituyentes inorgánicos del cuerpo humano. Si el autor del Génesis sabía esto y Aristóteles enseñó la identidad del principio vital de plantas, animales y hombres, parece que nuestra filiación de la madre tierra se estableció hace largo tiempo.

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