Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 156

EL TESORO DE LOS INCAS

Las ruinas de que está sembrado el suelo americano y muchas islas adyacentes a la India occidental fueron obra de los sumergidos atlantes. Así como los hierofantes del continente antiguo podían comunicarse submarinamente con el nuevo, así también los magos atlantes dispusieron de análogas comunicaciones. A propósito de estas misteriosas catacumbas, referiremos una curiosa narración oída de labios de un peruano con quien íbamos de viaje, y que murió hace tiempo (55). Trata la narración de los famosos tesoros del último inca, y es como sigue:

Desde el célebre y miserable asesinato perpetrado por Pizarro en la persona del último inca, todos los indios conocían el paraje donde estaba escondido el tesoro, pero no así los mestizos, en quienes era imposible confiar. Al caer prisionero el inca, ofreció su esposa en rescate todo el oro que cupiese en una sala hasta la altura donde alcanzase el conquistador, debiendo efectuarse la entrega antes de la puesta de sol del tercer día. La esposa del inca cumplió su palabra, pero Pizarro faltó a ella, según costumbre en los aventureros españoles, porque maravillado a la vista de tan enorme riqueza, declaró que en modo alguno devolvería la libertad al prisionero, sino que le quitaría la vida, a menos que la reina revelase la procedencia del tesoro. Había oído decir Pizarro que los incas guardaban incalculables riquezas en un túnel o galería subterránea de muchas millas de largo. La infortunada reina pidió una prórroga y fuése a consultar el oráculo. Durante el sacrificio, el sacerdote mayor le mostró en el sagrado espejo negro (56) la inevitable muerte de su esposo, tanto si entregaba como si no a Pizarro los tesoros de la corona. Entonces, la reina mandó tapiar la entrada del subterráneo que se abría en la rocosa margen de un barranco. El sacerdote mayor, acompañado de los magos, después de tapiar la abertura, llenaron el barranco de enormes piedras sobre las que extendieron una capa de tierra para disimular la obra. Los españoles asesinaron al inca y la desdichada reina se suicidó, burlando así la codicia de los conquistadores, sin que nadie, excepto unos cuantos peruanos fieles, tuviese noticia del paraje donde el tesoro quedaba oculto.

A consecuencia de algunas indiscreciones, los gobiernos de distintos países enviaron agentes en busca del tesoro bajo pretexto de exploraciones científicas, pero no tuvieron éxito alguno en su propósito.

Los informes de Tschuddi y otros historiadores del Perú confirman esta narración, aunque hay algunos pormenores desconocidos del público antes de ahora.

Varios años después volvimos al Perú, y en un viaje por mar desde Lima a las costas meridionales, llegamos cuando ya se ponía el sol a un punto cercano a Arica, donde nos llamó la atención una enorme y solitaria roca cortada casi a pico y sin visible enlace con la cordillera de los Andes. Era la tumba de los incas. Con el auxilio de unos gemelos de teatro, distinguimos a los reflejos del sol poniente algunos curiosos jeroglíficos grabados en la superficie de la volcánica roca.

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