Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 53

DESPOTISMO CIENTÍFICO

Desde la aparición del espiritismo se muestran físicos y fisiólogos más inclinados que nunca a calificar de supersticiosos, embaucadores y charlatanes, a filósofos tan eminentes como Paracelso y Van Helmont (43), con escarnio de su concepto del arqueo o ánima mundi y de la importancia que dieron al conocimiento de la mecánica celeste. Sin embargo, pocos progresos positivos ha realizado la medicina desde que Bacon la clasificó entre las ciencias de observación.

Hubo autores antiguos, como Demócrito, Aristóteles, Eurípides, Epicuro, Lucrecio, Esquilo y otros a quienes los materialistas de hoy consideran adversarios de la escuela platónica, que fueron tan sólo especuladores teóricos, pero no adeptos, porque estos habían de escribir en lenguaje tan sólo entendido de los iniciados, so pena de ver sus obras quemadas por manos de las turbas. ¿Quién de sus modernos detractores puede vanagloriarse de saber lo que ellos sabían?

El emperador Diocleciano quemó bibliotecas enteras de obras ocultistas y alquímicas, sin dejar ni un solo manuscrito de los que trataban del arte de hacer oro y plata. La cultura de las épocas antiguas, según nos dan a entender las investigaciones de Champollión, había cobrado tanto esplendor, que Athothi, segundo monarca de la primera dinastía, escribió un tratado de anatomía, y el rey Neko otros dos de astronomía y astrología. Antes de Moisés florecieron los eruditos geógrafos Blantaso y Cincro, y según dice Eliano, perduró por muchos siglos la fama del egipcio Iaco, cuyos descubrimientos en medicina causaron general asombro, pues logró cortar varias enfermedades epidémicas por medio de fumigaciones desinfectantes. Teófilo, patriarca de Antioquía, menciona la obra titulada: Libro divino en que su autor Apolónides, llamado por sobrenombre Orapios, expone la biografía esotérica y el origen de los dioses de Egipto; y Amiano Marcelino alude a una obra ocultista en que se declaraba la edad exacta del buey Apis, o sea la clave numérica del cómputo cíclico y otros misterios ¿Quién fuera capaz de presumir los tesoros de sabiduría que guardaban tantos y tan valiosos libros? Sólo sabemos con seguridad que los paganos por una parte y los cristianos por otra destruían todo libro de esta clase que daba en sus manos; y el emperador Alejandro Severo anduvo por Egipto saqueando los templos en busca de libros místicos y mitológicos.

A pesar de la antigüedad del pueblo egipcio en el estudio de las ciencias y en el ejercicio de las artes, todavía les aventajaron un tiempo los etíopes, que antes de pasar a África florecieron en la India desde muy primitivos tiempos. Se sabe también que Platón aprendió en Egipto muchos secretos no revelados jamás en sus obras, pero transmitidos oralmente a sus discípulos, entre los que se contaba Aristóteles, cuyos tratados deben lo bueno que tienen, según opina Champollión, a las enseñanzas de su divino maestro. Los secretos de escuela pasaron de una a otra generación de adeptos, de modo que estos sabían seguramente mucho más que los científicos modernos acerca de las fuerzas ocultas de la naturaleza.

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