Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 46

HIPÓTESIS DE ARMOR

El profesor Armor, de la Escuela de Medicina de Long Island, expuso recientemente ante la Academia de Detroit una hipótesis muy original en la que, en oposición a Fisher, atribuye los vicios de conformación a defecto propio de la materia generativa en que se desenvuelve el feto, o bien a las influencias morbosas que pueda éste recibir. Sostiene Armor que la materia generativa consta de elementos de todos los tejidos y estructuras morfológicas, por lo que si estos elementos tienen originalmente tales o cuales peculiaridades morbosas, no será capaz la materia generativa de dar de sí un engendro sano y normalmente desarrollado. Pero por otra parte también cabe que la perfecta condición de la materia generativa quede adulterada por influencias morbosas durante la gestación y el engendro sea necesariamente monstruoso.

Sin embargo, esta hipótesis no basta para explicar los casos diploteratológicos (20), pues aunque admitiéramos que el defecto de constitución de la materia generativa consistiera en la falta o en el exceso de las partes correspondientes al carácter de la monstruosidad, parece lógico que toda la progenie habría de adolecer de los mismos vicios de conformación, mientras que por lo general la madre alumbra varios hijos bien conformados antes de concebir al monstruo. Fisher cita varios casos de esta índole (21) entre ellos el de una mujer llamada Cat<lina Corcoran, de treinta años de edad y complexión sana, que tuvo cinco hijos perfectamente conformados y ninguno mellizo, antes de dar a luz un monstruo de doble cabeza, tronco y extremidades, aunque la duplicidad no aparecía en todos los órganos, como en los casos de mellizos soldados durante la gestación. Otro ejemplo (22) es el de María Teresa Parodi, que después de ocho partos felices y normales, dio a luz una niña con el cuerpo doble de cintura para arriba.

Este orden de monstruosidades invalida la hipótesis de Armor, sobre todo si admitimos la identidad entre la célula ovárica del hombre y la de los demás mamíferos, de que resultan análogas monstruosidades en los animales, como argumento contra la opinión popular que atribuye las humanas a la influencia mental de la madre.

Ya hemos visto que, para algunos teratólogos, tanto montan las monstruosidades en los brutos como en la especie humana, y así lo da a entender el doctor Mitchell en un artículo sobre las serpientes de dos cabezas, del que extractamos el siguiente párrafo:

Los cazadores de serpientes mataron en cierta ocasión a una hembra con todo su nidal, en número de 120 crías, entre las que se encontraron tres monstruos: una con dos cabezas; otra con dos cabezas y tres ojos; y la tercera con doble cabeza, tres ojos y una sola mandíbula, la inferior dividida en dos porciones (23).

Seguramente que la materia generadora de estos tres monstruos era de origen idéntico a la de las demás serpientes del nidal, y así resulta la hipótesis de Armor tan insuficiente como la de sus colegas.

Estos errores provienen de emplear inapropiadametne el método de inducción, que no sirve para inferir consecuencias, pues tan sólo permite razonar dentro del limitado círculo de hechos y fenómenos experimentalmente observados, cuyas conclusiones han de ser forzosamente limitadas porque, como dice el autor de la Investigación filosófica, no pueden extenderse más allá del campo de experimentación. Sin embargo, los científicos rara vez confiesan la insuficiencia de sus observaciones, sino que sobre ellas levantan hipótesis con aires de axiomas matemáticos, cuando a lo sumo no pasan de simples conjeturas.

Pero el estudiante de filosofía oculta ha de repudiar por deficiente el método inductivo y valerse del deductivo apoyado en la platónica clasificación de las causas, conviene a saber: eficiente, formal, material y final. De este modo podrá analizar toda hipótesis desde el punto de vista de la escuela neoplatónica, cuyo principio fundamental se encierra en el dilema: la cosa es o no es como se supone.

Por lo tanto, podemos preguntar: “¿El éter universal a que los cabalistas llamaron luz astral, es o no es idéntico a la electricidad y, por consiguiente, al magnetismo?” la respuesta ha de ser afirmativa porque las mismas ciencias experimentales nos enseñan que la electricidad está diluida en el espacio y en determinadas condiciones se transmuta en magnetismo y recíprocamente.

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