Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 64

LA EXPERIENCIA HUMANA

Si fuera imposible ensanchar los límites de la humana experiencia, tendría visos de verdad la afirmación de Hume, según la cual conocía todo cuanto está sujeto a las leyes de la naturaleza, y no nos extrañaría el tono despectivo con que Huxley alude siempre al espiritismo; pero como de las obras de ambos filósofos se infiere notoriamente que desconocen la posibilidad de los fenómenos psíquicos, no conviene reconocer autoridad a sus dogmáticas afirmaciones. Cabe suponer que quien tan acerbamente arremete contra los espiritistas fundamente su crítica en detenidos estudios; pero lejos de ello, delata Huxley su ligereza en carta dirigida a la Sociedad Dialéctica de Londres, en que después de decir que le falta tiempo para un asunto que no despierta interés, añade: “El único caso de espiritismo que he tenido ocasión de presenciar era una impostura tan enorme cual no cabía otra mayor”.

No sabemos qué pensaría este protoplásmico filósofo de un espiritista que tras una sola observación telescópica, malograda por mala intención de algún empleado del observatorio, calificase de “ciencia degradante” la astronomía. Esto demuestra que los científicos en general sólo sirven para recopilar hechos de experimentación física e inducir de ellos generalizaciones mucho más endebles e ilógicas que las de los profanos, a causa de su errónea interpretación de las enseñanzas antiguas.

Balfour Stewart rinde sincero tributo a la intuición de Heráclito (6), el audaz filósofo que consideró el fuego como la causa primera y dijo que “todas las cosas estaban en continua transformación”; y expone a este propósito que “Heráclito debió tener sin duda del continuado movimiento del universo animado por la energía, un concepto, si bien menos preciso, tan claro como el de los modernos filósofos que consideran la materia esencialmente dinámica”. Añade Balfour Stewart, no tan escéptico como otros de sus colegas, que le parece muy vaga la expresión fuego, y muy natural es que así le parezca, pues los científicos contemporáneos ignoran el sentido que los antiguos dieron a la palabra fuego.

Opinaba Heráclito lo mismo que Hipócrates acerca del origen de las cosas y ambos admitían una potestad suprema (7), por lo que no cabe decidir si su concepto del fuego primordial, como energía de la materia, algo semejante al dinamismo de Leibnitz, era o no “menos preciso” que el de los filósofos modernos. Por el contrario, sus ideas metafísicas sobre el fuego eran mucho más racionales que las defectuosas y fragmentarias hipótesis de los científicos del día, pues coincidieron con las de los parsis, de los filósofos del fuego y de los rosacruces, quienes sin discrepancia afirmaban que el divino Espíritu, el Dios omnipotente y omnisciente alienta en el fuego del cual creó el universo. La ciencia ha venido a corroborar esta opinión en el aspecto físico.

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