Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 135

COSMOGONÍA QUICHÉ

Es verdaderamente extraño que las alegorías de la creación del hombre expuestas en la Cosmogonía Quiché no hayan sugerido la comparación debida con las escrituras hebreas, las enseñanzas cabalísticas y los libros tenidos por apócrifos, pues aun el mismo Libro de Jasher, condenado por considerársele grosera impostura del siglo XII, puede proporcionar diversas claves para descubrir las relaciones entre la ciudad de Ur de los caldeos, donde ya florecía la magia antes del nacimiento de Abraham, y las poblaciones precolombianas de América. Los divinos seres, rebajados al nivel de la naturaleza humana, operan prodigios parecidos y tan admirables como los de Moisés y los magos de Faraón. Además, la notabilísima semejanza entre los términos cabalísticos de ambos hemisferios debe tener por determinante algo más que la pura coincidencia, pues varios fenómenos tienen parentesco común. En muchos países del antiguo continente hallamos la leyenda americana de los dos hermanos que antes de emprender el viaje a Xibalba, plantan cada uno de ellos un vástago que según florezca o se marvhite indicará si los hermanos viven o han muerto (101).

Muy poco debe sorprendernos la identidad entre las divinidades de Stonehenge y las de Delfos y Babilonia. Belo y el Dragón, Apolo y Pitón, Osiris y Tifón son diversos nombres del mismo par de divinidades opuestas. El Both-al de Irlanda tiene estrecha semejanza con el Batylos griego y el Beth-el hebreo. A este propósito dice Villemar que:

La historia puede alegar ignorancia, porque no caen bajo su dominio épocas tan distantes; pero la lingüística ha soldado la rota cadena entre Oriente y Occidente (102).

No menos natural es la semejanza entre los mitos orientales y las leyendas y tradiciones rusas, pues por su propia índole deriva de la analogía entre las creencias de los arios y de los semitas; pero llama la atención y no cabe atribuir a mera coincidencia la evidente paridad, aun en los más leves pormenores, entre los personajes de las leyendas mexicanas y el Zarevna Militrissa (tipo común de los cuentos rusos), que lleva la luna en la frente y siempre está en riesgo de que lo devore el Zmey Gorenetch (serpiente o dragón).

La leyenda del Dragón y del Sol (algunas veces substituido por la Luna) está difundida por todo el mundo y puede considerarse como el símbolo común de la heliolatría universal. Hubo un tiempo en que Asia, Europa, África y América estuvieron cubiertas de templos dedicados al Sol y al Dragón, cuyos sacerdotes tomaron el nombre de la divinidad a que servían (103). Pero aunque, como supone Müller, sea el concepto originario tan natural e inteligible que no requiera relaciones históricas, la identidad de los símbolos y la extraordinaria semejanza de los pormenores exigen la acabada resolución del enigma. Desde el momento en que el origen de la heliolatría universal se pierde en la noche de los tiempos, fuera más fácil descubrirlo remontándonos hasta la misma fuente de las tradiciones. Pero ¿dónde hallarla? Kircher atribuye al egipcio Hermes Trismegisto el establecimiento del culto ofita, así como la forma cónica de los monumentos y obeliscos (104). Por lo tanto, ¿dónde sino en los libros herméticos encontraremos los necesarios datos? ¿Acaso los modernos pueden saber acerca de los cultos y mitos antiguos tanto o más que los hombres que los enseñaron a sus coetáneos? Evidentemente se requieren dos condiciones: encontrar los perdidos Libros de Hermes y después la clave para interpretarlos, puesto que no basta leerlos. Faltos los científicos modernos de ambas condiciones, se embrollan en estériles conceptualismos, de la propia suerte que los geógrafos malgastan sus energías en investigar sin resultado las fuentes del Nilo. Verdaderamente es el Egipto la mansión del misterio.

Descargar Newt

Lleva Isis Sin Velo - [Tomo II] contigo