Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 113

TRANSLACIÓN DE OBELISCOS

Gliddon (5) copia la descripción que Plinio da de las operaciones efectuadas para el transporte del obelisco levantado en Alejandría por Tolomeo Filadelfo. Desde el Nilo hasta el punto en que estaba situado el obelisco se construyó un canal en el que se dispusieron dos embarcaciones lastradas con piedras de un pie de volumen, cuyo peso total era exactamente el mismo que el del obelisco, calculado de antemano por los ingenieros. Las embarcaciones calaban lo suficiente para estacionarse debajo del obelisco, que estaba tendido a través del canal, y una vez allí, se fue arrojando poco a poco el lastre, con lo que subió la línea de flotación de las embarcaciones hasta cargar sin dificultad el obelisco, que de este modo fue transportado por el río.

En la sección egipcia, no recordamos a punto fijo si del museo de Berlín o de Dresde, hay un dibujo que representa un operario en actitud de subir a una pirámide en construcción con un cesto de arena a cuestas, y de ello han inferido algunos egiptólogos que los bloques empleados en las pirámides se fabricaban químicamente en el mismo lugar de la obra. No faltan arquitectos modernos para quienes el inalterable cemento de los egipcios era el mismo Portland (6) de hoy día; pero carpenter opina que, excepto el revestimiento granítico, la mole de las pirámides es de lo que los geólogos llaman caliza nummulítica, de formación más reciente que la creta y constituida por las conchas fósiles de los deminutos moluscos denominados nummulites, del tamaño de un chelín. Sea de ello lo que quiera, resulta indudable que desde Herodoto y Plinio hasta el último arquitecto cuya mirada se haya posado en aquellos imperiales monumentos de dinastías hace siglos extinguidas, nadie ha podido explicarnos los medios de transporte y colocación de piedras tan enormes.

Bunsen computa en 20.000 años la antigüedad de Egipto; pero ni aun en este punto sacaríamos nada en claro si nos apoyásemos únicamente en las modernas autoridades incapaces de decirnos con qué ni para qué fueron construidas las pirámides ni fijar la dinastía en cuya época se erigió la primera de ellas.

A Smyth debemos la más acabada descripción matemática de la pirámide de Cheops; pero si bien acierta al señalar la orientación astronómica del monumento, se desvía en la interpretación del pensamiento de los egipcios, hasta el punto de suponer que el sarcófago de la cámara faraónica está trazado con las mismas medidas lineales que hoy rigen en Inglaterra y los Estados Unidos.

Uno de los Libros de Hermes dice que había algunas pirámides situadas a orillas del mar “cuyas olas se estrellaban furiosamente contra su base”. De esta cita se infiere que la topografía del país ha sufrido alteración y que, por lo tanto, aquellos “graneros antiguos”, “observatorios mágico-astrológicos” o “regios panteones”, como según su gusto les llaman nuestros eruditos, son anteriores a la desecación del mar de Sahara. Esto denotaría una antigüedad algo mayor que los contados millares de años generosmente concedidos a las pirámides por los egiptólogos.

El arqueólogo francés Rebold da un vislumbre de la cultura dominante unos cinco mil años antes de la era cristiana, diciendo que a la sazón “había no menos de treinta o cuarenta colegios sacerdotales dedicados al estudio de las ciencias ocultas y al ejercicio de la magia”.

Otro escritor añade:

Las excavaciones recientemente practicadas en las ruinas de Cartago han puesto al descubierto vestigios de una civilazión cuyo refinamiento artístico y lujo social debieron eclipsar a los de Roma antigua; y cuando se pronunción el delenda est Carthago, bien sabía la señora del mundo que iba a destruir a su única émula, pues si una estremecía la tierra con el peso de sus armas, la otra era la postrer y perfeccionada representante de una raza que muchos siglos antes de Roma tuvo la hegemonía de la civilización, el saber y la mentalidad del género humano (7).

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