Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 40

HOUDIN EN ARGELIA

De muy diversa índole fue lo que el famoso prestidigitador Roberto Houdin llevó a cabo en Argelia, preparando unas balas de sebo, teñidas de negro de humo, que con imperceptible disimulo puso en vez de las balas con que unos indígenas habían cargado sus pistolas. cOmo aquellas sencillas gentes no conocían otra magia que la verdadera, heredada de sus antepasados, cuyos fenómenos realizan ingenuamente, creyeron que Houdin era un mago muy superior a ellos, al ver los aparentes prodigios que llevaba a cabo.

Muchos viajeros, entre cuyo número nos contamos, han presenciado casos de invulnerabilidad sin asomo de fraude. No hace muchos años vivía en cierta aldea de Abisinia un hombre con fama de hechicero, quien se prestó mediante un mezquino estipendio a que una partida de europeos, de paso para el Sudán, disparase sus armas contra él. uN francés llamado Langlois le disparó a quemarropa cinco tiros seguidos, cuyas balas caían sin fuerza en el suelo después de describir temblorosamente una corta parábola en el aire. Un alemán de la comitiva, que iba en busca de plumas de avestruz, ofreció al abisinio cinco francos si le permitía disparar tocándole el cuerpo con el cañón de la pistola. El hechicero rehusó de pronto, pero consintió después de hacer ademán de conversar brevemente con alguna invisible entidad que parecía estar junto a él. Entonces cargó el alemán cuidadosamente el arma y colocándola en la posición convenida disparó, no sin titubear algún tanto. El cañón se hizo pedazos y el abisinio no recibió el menor daño.

El don de invulnerabilidad pueden transmitirlo, ya los adeptos vivientes, ya las entidades espirituales. En nuestros días ha habido médiums que, en presencia de respetables testigos, no sólo manosearon ascuas de carbón y aplicaron la cara al fuego sin que se les chamuscase ni un pelo, sino que también pusieron las ascuas en cabeza y manos de los espectadores, como sucedió en el caso de lord Lindsay y lord Adair. De igual índole es el ocurrido a Washington en la batalla de Braddock, donde, según confesión de un jefe indio, disparó contra él diecisiete tiros de fusil sin tocarle. Ciertamente que muchos generales como, por ejemplo, el príncipe Emilio de Sayn-Wittgenstein, del ejército ruso, tuvieron en concepto de sus soldados el don de que “les respetasen las balas”.

El mismo poder por cuya virtud comprime un mago el fluido etéreo de modo que forme invulnerable coraza alrededor del sujeto, sirve para enfocar, por decirlo así, un rayo de dicho fluido en determinada persona o cosa con resultados indefectibles. Por este procedimiento se han llevado a cabo misteriosas venganzas en que las indagatorias forenses tan sólo vieron muertes súbitamente sobrevenidas a consecuencia de ataques cardíacos o apopléticos, sin atinar en la verdadera causa de la muerte. General es en todo el Mediodía de Europa la creencia en el mal de ojo (3) contra personas y animales, hasta el punto de que matan con la mirada, como rayo mortífero en que sus malignos deseos acumulan maléfica energía que se dispara cual si fuese un proyectil (4).

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