Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 34

FENÓMENOS DE CEVENNES

La obra de Figuier titulada: Historia de lo maravilloso en los tiempos modernos, abunda en citas de las más conspicuas autoridades en fisiología, psicología y medicina (55), que denotan cuán tímida, prejuiciosa y superficialmente trataron las cuestiones psicológicas. Impelido el autor por el turbulento espíritu de la ciencia, forma el propósito de acabar con la superstición y el espiritismo, ofreciéndonos un resumen de los más notables fenómenos mediumnímicos ocurridos en los dos últimos siglos. Abarca este resumen los casos de los profetas de Cevennes, camisardos, jansenistas, abate París y otros ya descritos por cuantos autores se han ocupado en este asunto durante los pasados veinte años, por lo que en vez de discutir la verdad o falsía de los hechos, nos contraeremos a la crítica de las explicaciones que de ellos dieron los científicos que los examinaron. Así verá el lector cuán poco puede esperar el ocultismo de la ciencia oficial, pues si los más famosos fenómenos psíquicos de la historia se tratan con tanta ligereza, mucha menor atención prestarán los científicos a otros fenómenos igualmente interesantes, aunque no tan ruidosos. La obra de Figuier está basada en informes académicos, procesos jurídicos y sentencias de tribunales que cualquiera puede consultar como documentos de comprobación; pero contra todo ello se revuelve el autor con peregrinos argumentos que merecen acerbos comentarios del demonólogo Des Mousseaux (56). El estudiante de ocultismo podrá escoger entre el escéptico y el mojigato.

Comencemos por los fenómenos ocurridos en Cevennes a fines de 1700. Una masa de dos mil personas, entre hombres, mujeres y niños, animados de espíritu profético resistieron año tras año a las tropas del rey que con las milicias del país llegaron a reunir un ejército de sesenta mil hombres. Esta inconcebible resistencia es ya de por sí un prodigio. Entre los informes oficiales que se dieron sobre el caso, se conserva el enviado a Roma por el abate Chayla, prior de Laval, quien declara en estos términos: “Es tan poderoso el espíritu maligno, que ni tortura ni exorcismo alguno bastan para expulsarlo del cuerpo de los cevenenses. Mandé que algunos poseídos pusieran las manos sobre ascuas y no sufrieron ni la más leve chamuscadura. A otros se les envolvió el cuerpo en algodones empapados de aceite y después se les prendió fuego sin levantar la más ligera ampolla. Otras veces los proyectiles de arma de fuego que contra ellos se disparaban se aplastaron entre ropa y piel sin ocasionarles el menor daño”.

En este y otros informes se apoya Figuier para argumentar según vamos a ver:

A fines del siglo XVII una vieja llevó a Cevennes el espíritu de profecía comunicándolo a unos cuantos jóvenes de ambos sexos que a su vez lo difundieron por todo el pueblo, siendo mujeres y niños los más fáciles al contagio, de suerte que todos los poseídos, aun las tiernas criaturas de un año hablaban por inspiración en correcto y puro francés desconocido de ordinario en aquella comarca cuya habla natural era el patués. Ocho mil profetas se derramaron por la comarca, y a presenciar tan maravilloso fenómeno acudieron muchos médicos de las Facultades de Francia, entre ellas la renombrada de Montpeller, quienes se admiraron de escuchar de labios de analfabetas criaturas discursos sobre materias de que no entendían ni una palabra. Sin embargo, los médicos no se daban cuenta de lo que veían, aunque muchos profetizantes comunicaban vigorosamente su espíritu a quienes intentaban romper el hechizo. Los discursos duraban a veces horas enteras, de modo que hubieran fatigado en estado normal a los diminutos oradores. Pero todos estos fenómenos no fueron ni más ni menos que efecto de una transitoria exaltación de las facultades intelectuales, según suele observarse en muchas afecciones del cerebro (57).

Escuchemos ahora los comentarios de Des Mousseaux:

No se concibe cómo Figuier atribuye a exaltación momentánea una tan prodigiosa serie de fenómenos como los que refiere en su obra, pues semejante exaltación momentánea dura muchas horas en cerebros de criaturas de un año, no destetadas todavía, que hablan en correcto francés antes de aprender ni una sílaba de su nativo patués. ¡Oh milagro de la fisiología! Debiéramos llamarte prodigio.

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