Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 173

EL DIVINO PYMANDER

Por su parte, dice Pymander:

Únicamente la verdad es eterna e inmutable y el supremo bien. Pero la verdad no existe ni puede existir en la tierra. Cabe en lo posible que Dios conceda a unos pocos hombres la facultad de entender rectamente la verdad además de la de comprender las cosas divinas; pero nada hay verdadero en este mundo, porque todo contiene materia y está revestido de forma corpórea sujeta a mudnzas, alteraciones y corrupción. El hombre no es la verdad, porqueúnicamente es verdadero lo que de sí mismo toma la esencia y permanece inmutable. ¿Cómo puede ser verdadero lo que varía y cambia radicalmente? Por lo tanto, la verdad es únicamente lo inmaterial, lo que no está encerrado en corpórea envoltura, lo que no tiene color ni forma ni está sujeto a mudanza ni alteración, en una palabra: lo ETERNO. Todo cuando perece es ilusorio. En la tierra no hay más que disolución y generación. Toda generación procede de disolución. Las cosas de la tierra son apariencias y remedos de la verdad, como lo pintado respecto de lo vivo. La muerte es para muchas personas un mal, puesto que la temen profundamente. Esto es ignorancia. La muerte es la disgregación del cuerpo, pero el ser que mora en él no muere... El cuerpo material pierde su forma. Los sentidos que lo animaban se restituyen a su origen y recobran sus funciones; pero van desprendiéndose gradualmente las pasiones y deseos y el espíritu asciende a los cielos para convertirse en ARMONÍA. En la primera zona desecha la facultad de crecer y menguar; en la segunda, la malignidad y los fraudes de la pereza; en la tercera, los desengaños y la concupiscencia; en la cuarta, la ambición insaciable; en la quinta, la arrogancia, la osadía y la temeridad; en la sexta, la codicia; y en la séptima, la mendacidad. Purificado así el espíritu por influencia de las armonías celestes, vuelve de nuevo a su primitivo estado fortalecido por el mérito y la fuerza que adquirió por sí mismo y que legítimamente le pertenecen. Entonces empieza a convivir con los que eternamente loan al PADRE. Desde aquel punto mora entre las Potestades y alcanza, por lo tanto, la suprema bienaventuranza del conocimiento. Se ha convertido en DIOS... No; las cosas de la tierra no son la verdad.

Después de emplear toda su vida en la egiptología, los hermanos Champollión declararon públicamente, contra los preconcebidos juicios de ciertos críticos superficiales e ignorantes, que los Libros de Hermes “acopian gran número de tradiciones egipcias continuamente corroboradas por los más antiguos y auténticos documentos egipcios” (108).

Al resumir las doctrinas psicológicas de los egipcios, las sublimes enseñanzas de los sagrados libros herméticos y los progresos en metafísica y filosofía práctica de los sacerdotes iniciados, pregunta Champollión en presencia de las pruebas logradas:

¿Existió jamás en el mundo otra corporación o casta de hombres que les hayan igualado en fama, poder, sabiduría y capacidad, tanto para el bien como para el mal? ¡Nunca! Y posteriormente fue esta casta maldita y anatematizada por quienes, supeditados a no sé qué clase de influencias modernas, la declararon enemiga de la humanidad y de la ciencia.

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