Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 155

DEPRAVACIÓN DE LOS ATLANTES

Pero, siguiendo nuestro relato, diremos que los hierofantes se clasificaban en dos categorías: los que instruidos directamente por los “hijos de Dios”, residentes en la referida isla, estaban iniciados en la divina doctrina de la pura revelación, y los que pertenecientes a distinta raza habitaban en la desaparecida Atlántida y poseían la facultad de clarividencia a cualquier distancia y a pesar de los obstáculos materiales. Eran, en suma, la cuarta raza de hombres a que alude el Popol Vuh, y sin duda tenían congénitas cualidades mediumnímicas, como ahora se dice, que les permitían adquirir los conocimientos sin sacrificio alguno; mientras que los hierofantes de la primera categoría hollaban el sendero trazado por sus divinos instructores y adquirían gradualmente los conocimientos hasta distinguir entre el bien y el mal. Los adeptos nativos de la Atlántida obedecían ciegamente las insinuaciones del invisible Dragón o rey Thevetat (52), quien no había aprendido ciencia alguna, pero que, según dice Wilder, era “una especie de Sócrates que sabía sin haber sido iniciado”. Así que, influida por las malignas insinuaciones de Thevetat, la raza atlante se convirtió en una nación de magos negros, por lo que se encendió una guerra, cuyo relato nos llevaría demasiado lejos (53). El conflicto terminó con la sumersión de la Atlántida, que las tradiciones babilónica y mosaica simbolizaron en el diluvio. “Murió toda carne y todo hombre...”, “los gigantes y los magos...”; todos, excepto Xisthrus y Noé, equivalentes típicamente al Padre de los thlinkithianos del Popol Vuh, quien, como Vaisvasvata, el Noé indo, se salvó en un espacioso buque.

Si damos crédito a esta tradición, hemos de admitir también el posterior relato, según el cual, del enlace entre la progenie de los hierofantes de la isla y los descendientes del Noé atlante, nació una raza mixta de justos y de malvados. Por una parte, tiene el mundo a Enoch, Moisés, Buda, los salvadores y hierofantes insignes, y por otra parte, los magos naturales, que por no restringir su iluminación espiritual, y a causa de su debilidad física y mental, pervirtieron inadvertidamente sus dotes. Moisés no tiene ni una sola palabra de vituperio para los videntes y profetas educados en los colegios de sabiduría esotérica que menciona la Biblia (53), sino que guarda su enojo contra quienes, con intención o sin ella, degradaban los poderes recibidos de sus antecesores los atlantes, poniéndolos al servicio de espíritus malignos en perjuicio de la humanidad. Las iras de Moisés se encendían contra el espíritu de Ob, pero no contra el de Od (54).

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