Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 59

AGUAS DE SANGRE

Repetidas veces hemos presenciado la operación de este fenómeno, aunque no con la amplitud propia de aguas fluviales. Desde Van Helmont que ya en el siglo XVII conocía el secreto de producir anguilas, ranas e infusorios de varias clases, de que tanto se burlaron sus contemporáneos, hasta los modernos campeones de la generación espontánea, todos admitieron la posibilidad de vivificar gérmenes de vida sin milagro alguno contra la ley natural. Los experimentos de Spallanzani y Pasteur y la controversia entre los panespermistas y los heterogenésicos, discípulos estos de Buffon, entre ellos Needham, no dejan duda de que hay gérmenes vivificables en determinadas circunstancias de aireación, luz, calor y humedad. Los anales de la Academia de Ciencias de París (61) mencionan diversos casos de lluvias y nieves rojosanguíneas, a cuyas gotas y copos llamaron lepra vestuum y estaban formadas por infusorios. Este fenómeno se observó por primera vez en los años 786 y 959, en que tuvo caracteres de plaga. No se ha podido averiguar todavía si los corpúsculos rojos son de naturaleza vegetal o animal, pero ningún químico moderno negará de seguro la posibilidad de avivarlos con increíble rapidez en apropiadas circunstancias. Por lo tanto, si la química cuenta hoy por una parte con medios para eterilizar el aire y por otra para avivar los gérmenes que en él flotan, lógico es suponer que lo mismo pudiesen hacer los magos con sus llamados encantamientos. Es mucho más racional creer que Moisés, iniciado en los misterios egipcios, según nos dice Manethon, operara fenómenos extraordinarios pero naturales, en virtud de la ciencia aprendida en el país de la chemia, que atribuir a Dios la violación de las leyes reguladoras del universo.

Por nuestra parte, repetimos que hemos visto operar a varios adeptos orientales la sanguificación del agua, de dos maneras distintas. En un caso, el experimentador se valía de una varilla intensamente magnetizada que sumergía en una vasija metálica llena de agua, siguiendo un procedimiento secreto cuya revelación nos está vedada. Al cabo de unas diez horas, se formó en la superficie del agua una especie de espuma rojiza, que dos horas después se convirtió en un liquen parecido al Lepraria kermasina de Wrangel, y luego en una gelatina, roja como sangre, que veinticuatro horas más tarde quedó saturada de infusorios.

En el segundo caso, el experimentador esparció abundantemente por la superficie de un arroyo de corriente mansa y fondo cenagoso, el polvo de una planta secada primero al sol y después molida. Aunque al parecer la corriente arrastró este polvo vegetal, parte del mismo quedaría sin duda depositado en el fondo, porque a la mañana siguiente apareció el agua cubierta de infinidad de infusorios (*Oscellatoria rubescens *) que, en opinión de De Candolle, es el anillo de tránsito entre la forma vegetal y la animal.

Esto supuesto, no hay razón para negar a los químicos y físicos (62) de la época mosaica, el conocimiento y la facultad de vivificar en pocas horas miríadas de esos gérmenes que esporádicamente flotan en el aire, en el agua y en los tejidos orgánicos. La vara en manos de Moisés y Aarón tenía tanta virtud como en la de los medioevales magos cabalistas a quienes se vitupera hoy de locos, supersticiosos y charlatanes. La vara o tridente cabalístico de Paracelso y las famosas varas mágicas de Alberto el Magno, Rogerio Bacon y Enrique Kunrath, no merecen mayor ridículo que la vaarilla graduadora de los modernos electroterapas. Cuanto necios y sabios del pasado siglo diputaron por imposible y absurdo, va tomando en nuestros tiempos visos de posibilidad y aun en algunos casos de innegable evidencia.

Descargar Newt

Lleva Isis Sin Velo - [Tomo II] contigo