Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 125

EL PARARRAYOS EN LA ANTIGÜEDAD

Remontándonos a los conocimientos que del trueno y del rayo tenían los sacerdotes etruscos, vemos que Tarchon (26), el introductor de la teurgia entre ellos, deseoso de resguardar su casa del rayo, la rodeó de un seto de brionia blanca (27), planta trepadora que tiene la propiedad de alejar el rayo, por lo tanto, el pararrayos de punta metálica que al parecer debemos a Franklin, es, según todo indicio, un redescubrimiento, pues se conservan muchas medallas que demuestran muy claramente el conocimiento de este principio por los antiguos. El templo de Junio tenía la techumbre erizada de agudas hojas de espada (28).

Aunque haya muy pocas pruebas de que los antiguos conocían todos los efectos de la electricidad, bastan para demostrar que estaban familiarizados con esta modalidad de la energía. Sobre el particular, dice el autor de Las ciencias ocultas que, según Ben David, Moisés sabía algo referente a los fenómenos eléctricos, y de la misma opinión es el profesor berlinés Hirt. Por su parte, Michaelis expone las siguientes observaciones:

1.ª Que no hay noticia de que durante mil años cayera rayo alguno en el templo de Jerusalén.

2.ª Que según Josefo (29) estaba la techumbre cubierta de multitud de afiladas puntas de oro.

3.ª Que esta techumbre comunicaba con el interior de la colina sobre que estaba edificado el templo, por medio de tubos conectados con la armadura exterior, por lo que las puntas servirían de conductores (30).

Amiano Marcelino, historiador del siglo IV, famoso por la veracidad y exactitud de sus relatos, dice que “los magos conservaban perpetuamente en sus hogares el fuego que milagrosamente habían arrebatado del cielo (31). En el Upnek-hat indo se lee la siguiente máxima:

Quien conoce el fuego, el sol, la luna y el rayo, conoce las tres cuartas partes de la ciencia de Dios (32).

Por último, Salverte nos informa de que en tiempo de tesias “se conocía en la India el empleo de los pararrayos”, pues dice este historiador que “el hierro colocado en el fondo de un pozo con la punta hacia arriba, aguzada en forma de espada, adquiría tan pronto como se la clavaba en el suelo la propiedad de alejar las tormentas y los rayos” (33). ¿Cabe hablar más explícitamente?

Algunos autores modernos niegan que en el faro de Alejandría hubiese un gran espejo a propósito para descubrir las naves desde muy lejos; pero el célebre naturalista Buffon creía firmemente que hubo tal espejo en el faro, y por ello atribuía a los antiguos el honor de la invención del telescopio (34).

En su obra acerca de los países de Oriente, asegura Stevens que en el alto Egipto vio caminos con ranuras paralelas cubiertas de hierro a manera de carriles. Canova, Powers y otros famosos escultores contemporáneos tienen a mucha honra que se les compare con los Fidias de la antigüedad, aunque la justicia no consentiría tan extremada lisonja.

Jowet no cree lo que Platón dice en el Timeo acerca de la Atlántida y le parecen patraña los cómputos de 8.000 y 9.000 años; pero Bunsen dice sobre el particular que “no es exagerada la fecha de 9.000 años en los anales de Egipto, porque precisamente a esta época se remontan los orígenes de este país” (35). Así, pues ¿de qué tiempo datarán las ciclópeas construcciones de la antigua Grecia? ¿Serían las mur<llas de Tiro (36) anteriores a las Pirámides? No es posible atribuir a las razas históricas estas murallas de sólida mampostería de ocho metros de ancho por doce de alto formadas con bloques de roca de seis pies de arista (37), algunos de ellos, y en su mayoría lo bastante pesados para que no pudiese transportarlos una yunta de bueyes.

Las investigaciones de Wilkinson han demostrado que los antiguos conocían mucho de cuanto los modernos se engríen de haber descubierto. El papiro recientemente hallado por el egiptólogo alemán Ebers, revela que no eran un secreto para los efipcios las pelucas, añadidos y postizos, ni los polvos para suavizar el cutis ni los dentífricos para conservar la dentadura. Más de un médico moderno, aun de entre los neurópatas, podría consultar provechosamente los herméticos Libros de Medicina que contienen prescripciones terapéuticas de indudable eficacia.

Según hemos visto, los egipcios sobresalían en todas las artes. Fabricaban un papel de tan excelente calidad que resistía la destructora acción del tiempo. Según dice un autor anónimo, para fabricarlo, “extraían la médula del papiro, cortaban en pedazos la fibra y, machacándola luego por un procedimiento secreto, obtenían una pasta tan fina como la de nuestro papel vegetal, pero mucho más duradero. Algunas veces pegaban unas tiras con otras, según se ve en los papiros que en esta disposición se conservan”. El papiro hallado en la “cámara de la reina” de la pirámide de Ghizeh y otros junto a las momias regias son blancos y finos como la muselina, al par que consistentes como el más duradero pergamino.

Añade el mismo anónimo autor que “durante mucho tiempo creyeron los eruditos (como también se equivocaron en otras cosas) que el papiro fue introducido en Egipto por Alejandro Magno; pero Lepsio encontró rollos de papiro en tumbas y monumentos de la duodécima dinastía y representaciones escultóricas de papiro en los de la cuarta. Hoy día está probado que los egipcios conocían ya la escultura en los remotísimos tiempos de Menes, su primer monarca histórico” (38).

CLAVE JEROGLÍFICA

A Champollión debemos la clave de la escritura jeroglífica (39), sin cuyo hallazgo seguirían los modernos calificando de ignorantes a los antiguos, no obstante aventajarlos estos en el conocimiento de las artes y ciencias.

“Champollión fue el primero en conocer la maravillosa historia que los egipcios dejaron archivada en sus manuscritos y en la infinidad de inscripciones grabadas sobre toda superficie capaz de recibir los acracteres jeroglíficos que cincelaron y esculpieron en monumentos, rocas, piedras, paredes, tumbas y ataúdes y trazaron en papiros... A nuestra admirada vista revelan hoy día las pinturas hasta los más insignificantes pormenores de la vida doméstica de los egipcios, pues nada parece haberles pasado por alto... La historia de Sesostris nos demuestra lo muy versdos que tanto él como su pueblo estaban en el arte de la guerra... Las pinturas revelan cuán animosos eran los soldados egipcios en la pelea. Construían también máquinas de guerra y, según refiere Horner, en cierta ocasión salieron por cada una de las cien puertas de Tebas doscientos hombres en carros de guerra muy hábilmente construidos y no tan pesados como nuestros feos e incómodos armones de artillería”.

Kenrich dice al describir estos carros de guerra que en ellos se echan de ver cuantos principios esenciales regulan la construcción y arrastre de carruajes, así como tampoco deja de hallarse en los monumentos de la décimo-octava dinastía cuanto el gusto moderno aplica a la lujosa decoración de los vehículos. Los carros egipcios tenían muelles metálicos para evitar las bruscas sacudidas en sus rápidas carreras (40). Los bajorrelieves representan batallas en todo su fragor y empeñadas peleas donde se advierten hasta en sus más leves pormenores las costumbres guerreras de los egipcios. Los combatientes llevaban cotas de malla y los infantes iban vestidos de túnicas acolchadas con yelmos de fieltro chapeado de metal para mejor resguardarse de los golpes (41).

La química había alcanzado notable perfección entre los antiguos, según se infiere de un pasaje de las Disertaciones de Virrey, en que este autor refiere que Asclepiadoto, general de Mitrídates, obtenía químicamente las emanaciones deletéreas de la gruta sagrada (42).

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