Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 52

OPINIÓN DE CORSON

Hiram Corson se revuelve a este propósito gallardamente contra la ciencia diciendo:

Hay algo que jamás podrá realizar la ciencia, aunque orgullosa lo intente. Tiempo hubo en que el dogmatismo religioso se extralimitó de sus naturales dominios para invadir el campo de la ciencia y someterla a oneroso vasallaje; pero en nuestros tiempos la ciencia parece haber tomado el desquite transponiendo sus propias fronteras para invadir el campo de la religión, de suerte que al sacudir el yugo del pontificado religioso, nos vemos en riesgo de caer bajo el del pontificado científico. Y así como en el siglo XVI se levantaron voces de protesta contra el despotismo eclesiástico y en pro de la libertad de pensamiento, así también los eternos intereses espirituales del hombre demandan en el siglo XIX otra protesta contra el avasallador despotismo científico, para que los experimentadores no sólo se mantengan en los límites de lo fenoménico, sino que examinen de nuevo sus acopiadas reservas, a fin de cerciorarse de que las barras de oro bajo cuya fianza tanto y tanto papel han emitido, son verdaderamente del oro puro de la Verdad. De lo contrario, los científicos podrían exagerar el valor de su capital e inducirnos a muy arriesgadas empresas.

El discurso pronunciado por Tyndall en Belfast, que suscitó tantas réplicas, demuestra que el capital de la escuela evolucionista no es tan cuantioso como habían supuesto los intelectuales de afición, cuya sorpresa sube de punto al enterarse de que son puramente hipotéticas las conquistas de que tanto se envanecen los profesionales de la ciencia (40).

En verdad es así; pero todavía hay más, porque niegan a sus adversarios el mismo derecho que ellos se arrogan e igual desdén muestran por los milagros de la iglesia que por los fenómenos psíquicos. Ya es hora, por lo tanto, de que las gentes no juzguen imposible lo maravilloso porque a su parecer contradiga las leyes universales, sobre todo desde que autoridades como Youmans reconocen que la ciencia está en un período de transición. Hay en nuestra época no pocos hombres de buena voluntad que deseosos de vindicar la memoria de los mártires de la ciencia, de Agrippa, Palissy y Cardán, por ejemplo, fracasan en su propósito, faltos de medios para comprender sus ideas, pues creen que los neoplatónicos prestaban mayor atención a la filosofía trascendental que a las ciencias experimentales. Dice Draper sobre esto que “los frecuentes errores de Aristóteles no prueban falta de seguridad en su método, sino más bien su eficacia, pues dichos errores provienen de la insuficiencia de los hechos observados” (41).

Mas no cabe esperar que los científicos entresaquen estos hechos de la ciencia oculta, puesto que no creen en ella; sin embargo, el porvenir esclarecerá esta verdad. Aristóteles estableció el método inductivo; pero mientras los científicos del día no lo complementen con el deductivo de Platón incurrirán en errores todavía más graves que los del maestro de Alejandro. Los universales de la escuela platónica son materia de fe tan sólo mientras la razón no los demuestre y la experiencia no los confirme; ¿pero qué filósofo moderno podría probar por el método inductivo que los antiguos no sabían demostrar los universales a causa de sus conocimientos esotéricos? Las negaciones sin pruebas de los modernos evidencian que no siempre siguen el método inductivo del que tanto se ufanan; y como quieras que no han de basar sus hipótesis en las enseñanzas de la antigüedad, sus modernos descubrimientos son brotes nacidos de la simiente sembrada por los filósofos de aquellas épocas, y aun así resultan incompletos si no abortados, pues mientras la causa permanece envuelta en la obscuridad, nadie puede prever sus últimos efectos. Sobre este particular dice Youmans: “No debemos desdeñar las teorías antiguas como si fuesen desacreditados y risibles errores, ni tampoco admitir como definitivas las teorías modernas. El vivo y siempre creciente cuerpo de la verdad ha cubierto bajo los pliegues de un manto sus viejos tegumentos para proseguir el camino hacia un más alto y vigoroso estado” (42). Estas consideraciones, aplicadas a la química moderna por uno de los más conspicuos científicos del día, pueden extenderse a las demás ciencias en prueba de la transición porque todas ellas atraviesan.

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