Los miserables

El anciano

V

El anciano

Vamos a contar qué había sucedido.

Enjolras y sus amigos estaban en el bulevar de Bourdon, cerca de los pósitos, cuando cargaron los dragones. Enjolras, Courfeyrac y Combeferre fueron de los que tiraron por la calle de Bassompierre gritando: «¡A las barricadas!». En la calle de Lesdiguières se encontraron con un anciano que iba a pie.

Lo que les llamó la atención fue que el buen hombre andaba haciendo eses, como si estuviera borracho. Además, iba con el sombrero en la mano aunque llevase lloviendo toda la mañana y siguiera lloviendo en aquellos momentos con bastante intensidad. Courfeyrac reconoció a Mabeuf. Lo conocía porque había acompañado más de una vez a Marius hasta la puerta de su casa. Conocedor de los hábitos tranquilos y más que tímidos del antiguo mayordomo aficionado a los libros viejos y pasmado al verlo en medio de aquel barullo y a dos pasos de las cargas de caballería, casi en pleno tiroteo, despeinado, mojándose con el chaparrón y paseando entre las balas, se le acercó, y el alborotador de veinticinco años y el octogenario mantuvieron el siguiente diálogo: —Señor Mabeuf, vuélvase a casa.

—¿Por qué?

—Porque va a haber jaleo.

—Me parece bien.

—Sablazos y tiros, señor Mabeuf.

—Me parece bien.

—Cañonazos.

—Me parece bien. ¿Ustedes dónde van?

—Vamos a derribar al gobierno.

—Me parece bien.

Y se fue con ellos. Desde entonces no había dicho ni palabra. De repente caminaba con firmeza; unos obreros se ofrecieron a darle el brazo, se negó con un ademán de la cabeza. Iba casi al frente de la columna, y se movía como un hombre que va andando al tiempo que tenía la cara de un hombre dormido.

—¡Vaya furia que tiene! —murmuraban los estudiantes. Corría la voz en aquella aglomeración de que había sido un miembro de la Convención, un regicida.

El grupo tiró por la calle de La Verrerie. Gavroche iba delante, cantando a voz en cuello, con lo que se convertía en algo así como un trompeta. Cantaba:

La luna ya está asomando.

«¿Al bosque cuándo nos vamos?»,

a Charlotte le decía Charlot.

Tu, tu, tu,

por Chatou,

Un Dios, un rey, un chavo, una bota y se acabó.

Dos gorriones de madrugada

bebían rocío de una mata

y a la cabeza se les subió.

Zi, zi, zi,

por Passy.

Un Dios, un rey, un chavo, un bota y se acabó.

Estaban los dos desgraciados

como dos tordos de borrachos.

Un tigre en su cueva se rió.

Don, don, don,

por Meudon.

Un Dios, un rey, un chavo, un bota y se acabó.

Jurando uno, otro renegando.

¿Al bosque cuándo nos vamos?,

le decía Charlotte a Charlot.

Tin, tin, tin,

por Pantin.

Un Dios, un rey, un chavo, un bota y se acabó.

Iban camino de Saint-Merry.

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