Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 108

LOS LIBROS DE EUCLIDES

Draper (123) encomia a los aristotélicos en menoscabo de los pitagóricos y platónicos, diciendo que nunca se atreverá a negar nadie las proposiciones de Euclides. Sin embargo, verídicos autores, entre ellos Lemprière, afirman que no todos los quince libros de los Elementos son de Euclides, sino que éste, no obstante su talento geométrico, fue el primero que compiló en ordenación científica los teoremas y demostraciones debidos a Pitágoras, Thales y Eudoxio, interpolando algunos postulados de su invención. Si estos autores están en lo cierto, mayor gratitud han de sentir los modernos hacia aquel sol de la ciencia metafísica que se llamó Pitágoras, por haber salido de su escuela hombres como el universalmente famoso geómetra y cosmógrafo Eratóstenes, el no menos célebre Arquímedes y aun el mismo Ptolomeo, no obstante sus pertinaces errores. Sin la experimentación científica de estos sabios y sin los fragmentos de sus obras que sirvieron de base a las teorías de Galileo, los pontífices del siglo XIX tal vez se hallaran todavía sujetos al yugo de la Iglesia y supeditados a la cosmogonía de San Agustín y el venerable Beda, que consideraba la tierra como una majestuosa llanura en cuyo torno volteaba la bóveda celeste.

Nuestro siglo parece condenado a humillantes confesiones. La ciudad italiana de Feltre erige un monumento en memoria de Pánfilo Castaldi, ilustre inventor de los caracteres movibles de imprenta, a quien, según reza la inscripción, rinde Italia este honroso tributo por largo tiempo diferido. Mas apenas levantada la estatua, aconseja el coronel Yule a los feltranos que la conviertan en honrosa cal, demostrándoles que, además de Marco Polo, muchos viajeros habían traído de China caracteres movibles de madera y libros impresos con ellos (124). En las imprentas de las lamacerías tibetanas hemos visto estos caracteres movibles que allí se conservan por curiosidad, pues son antiquísimos y se emplearon hasta los primeros tiempos del budismo tibetano, por lo que debieron conocerse en China mucho antes de la era cristiana.

Digno de meditación es el siguiente pasaje del profesor Roscoe:

Es preciso desarrollar con fruto las verdades incipientes. No sabemos cómo ni cuándo, pero ningún científico duda de que ha de llegar día en que la humanidad pueda aprovecharse de los más recónditos secretos de la naturaleza. ¿Quién hubiera vaticinado que el movimiento de las patas del cadáver de una rana al contacto de dos metales distintos habría de llevarnos en pocos años al descubrimiento de la telegrafía eléctrica?

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