Capítulo 120
APARICIONES ESPECTRALES
Un periódico espiritista (63) publicó un largo artículo cuyo autor trataba de probar que “los prodigios del espiritismo moderno son de carácter idéntico al de las manifestaciones de los patriarcas y apóstoles de la antigüedad”. No podemos por menos de comentar esta afirmación diciendo que dicha identidad se refiere únicamente a la naturaleza de las ocultas fuerzas productoras de los fenómenos; pero en modo alguno a la dirección y sentido en que las apliquen las diversas entidades que de ellas se valgan para manifestarse (64).
Excepto la aparición de Samuel a Saúl por arte de la pitonisa de Endor, no hay en la Biblia ningún otro caso de “evocación de los difuntos”, pues esta práctica estaba condenada por los pueblos antiguos, y así tenemos que tanto el Antiguo Testamento como los poetas Homero y Virgilio la consideran arte nigromántico (65). Era opinión general entre los antiguos que las “almas bienaventuradas” sólo vuelven a la tierra en rarísimas ocasiones, cuando demandan su aparición motivos poderosísimos en beneficio de la humanidad; pero ni aun en este caso excepcional hay necesidad de evocarla, pues espontáneamente se manifiesta ya por espectración fantástica de sí misma, ya por medio de mensajeros cuyo aspecto objetivo reproduce fielmente la personalidad del difunto. En los demás casos tenían los antiguos por nocivo y peligroso el comunicarse con almas que acudieran fácilmente a la evocación, pues solían ser larvas (entidades elementarias o moradores del umbral) del sheol (66). Horacio describe la ceremonia de la evocación de los espíritus entre los romanos (67) y Maimónides la análoga entre los judíos; pero siempre se celebraban en parajes elevados y se vertía sangre humana para aplacar la vampírica voracidad de las larvas (68).
En cuanto a materializaciones sin evocación, hay muchos casos en el Antiguo Testamento, aunque no se efectuaban en las mismas circunstancias que hoy día en las sesiones espiritistas, pues por lo visto no era indispensable la obscuridad en aquellos tiempos para la realización del fenómeno. Los tres ángeles se le aparecieron a Abraham en plena luz del día (69) y en igualdad de circunstancias se aparecieron en el Tabor Moisés y Elías, pues no es probable que Jesús y los apóstoles subieran al monte por la noche. También Jesús se apareció a la Magdalena en el jardín a primera hora de la mañana y lo mismo la tercera vez que se mostró a los apóstoles (70).
Estamos de acuerdo con el autor del artículo referido, que en la vida de Jesús, y aun añadiríamos en el Antiguo Testamento, se echan de ver una serie de manifestaciones psíquicas, pero ninguna de ellas mediumnímica, exepto la aparición de Samuel evocado por la pitonisa de Endor (71).
Cuando Jesús vaticinó a sus discípulos diciéndoles: “Mayores obras que éstas haréis vosotros”, se refería indudablemente a las obras por mediación y el mismo significado tiene la profecía de Joel al decir: “Tiempo vendrá en que se difunda el espíritu divino y profeticen vuestros hijos e hijas y vuestros padres tengan ensueños y vuestros mozos vean cosas de visión”. Parece que este tiempo ha llegado, pues aparte de la mediumnidad mal empleada, tiene el espiritismo sus videntes, sus mártires, sus profetas y sus saludadores que, como Moisés, David y Jeohram, reciben directas comunicaciones gráficas de los espíritus planetarios y desencarnados sin mira alguna de lucro (72).