Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 97

EL MÉDIUM PASIVO

Es impropio decir que un médium ha educido sus facultades, pues el médium pasivo no tiene facultad ninguna, sino a lo sumo cierta condición psíquico-física que engendra un aura a propósito para servir de vehículo a las entidades que de él se valen para manifestarse. Esta aura se muda con fecuencia dependiente de las causas internas que determinan su variación, según el estado moral del médium, cuyos sentimientos y emociones atraen inconscientemente entidades de naturaleza semejante, las cuales influyen a su vez física, mental y moralmente en el médium. Así es que la potencia mediumnímica está siempre en razón directa de la pasividad y de ésta depende consiguientemente el tanto del peligro. Si el médium es totalmente pasivo (56) cabe en lo posible que le fuercen al temporáneo abandono de su cuerpo físico, del que de esta suerte se apodera y en él se infunde un elemental, o, lo que es todavía peor, un elementario de horrible malignidad. En estas obsesiones deben inquirirse los motivos de los crímenes trágicamente pasionales.

Como quiera que la mediumnidad inconsciente está en función de la pasividad, el único remedio eficaz contra ella es que el médium deje de ser pasivo y revierta su disposición de ánimo a la positiva actividad que resiste toda influencia extraña y contra cuya energía nada pueden las entidades obsesionantes, siempre en acecho de víctimas flacas de cuerpo y mente para arrastrarlas al vicio. Si los elementales milagreros y los demoníacos elementarios fuesen verdaderamente ángeles custodios (57) ¿cómo no concedieron a sus fieles médiums la dicha terrena o, por lo menos, la salud que pretendieron devolver a los demás en sus papeles de saludadores y curanderos? Los taumaturgos, apóstoles y profetas de la antigüedad eran hombres que por lo regular disfrutaban de robusta salud y su magnético influjo no envolvía jamás gérmenes morbosos de índole moral o física con que agravar la dolencia del enfermo ni tampoco les pudo poner nadie la nefanda nota de vampiros (58).

Si relacionamos ahora los fenómenos de levitación con la mediumnidad por una parte y con la mediación por otra, veremos que en las sesiones espiritistas el pasivo médium queda levantado en alto, o sea levitado, por las entidades que lo dominan, mientras que el activo medianero se levanta en alto durante el éxtasis o el rapto por virtud de su propio anhelo.

Acaso se nos objete que hay fenómenos igualmente posibles de producir en presencia de un médium que de un medianero. Así parece inferirse de lo ocurrido con Moisés y los magos de la corte faraónica, pues aunque el caudillo hebreo se atribuya el vencimiento, lo más probable es que sus poderes y los de los magos egipcios fuesen de índole análoga, pero aplicados en sentido respectivamente opuesto que diferenció su eficacia.

La tutelar divinidad de los hebreos (59) prohibió estrictamente toda práctica de magia negra según estaba en boga entre gentiles (60). ¿Qué diferencia había, pues, entre las abominaciones de “aquellas gentes” y las otras de los profetas? Claramente nos la representa el apóstol San Juan cuando dice: “Carísimos, no queráis creer a todo espíritu; mas probad si los espíritus son de Dios, porque muchos falsos profetas se han levantado en el mundo” (61). Los espiritistas en general y particularmente los médiums no tienen a su alcance otro procedimiento de prueba de los espíritus, que juzgar de su índole:

1.º Por sus palabras y acciones.

2.º Por su prontitud o tardanza en manifestarse.

3.º Por el motivo determinante de la manifestación (62).

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