Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 68

COETERNIDAD DE LA MATERIA

Estas enseñanzas concuerdan esotéricamente con las de Platón, aunque esotéricamente parezcan contradictorias, según se ve en el siguiente pasaje del maestro: “Hubo un tiempo en que la humanidad no procreaba; pero después echaron los hombres en olvido las primievales enseñanzas y fueron degradándose más y ma´s profundamente”.

Tan sólo la esotérica teoría antes expuesta esclarece el misterio de la creación primordial, que siempre fue pesadilla de la ciencia; pero la importancia del asunto requiere alguna mayor explicación. Al Decir que la materia es coeterna con el espíritu, no nos referimos a la materia objetiva y tangible, sino a la sublimación de la materia cuyo grado máximo e insuperable de sutilidad es el espíritu puro. No cabe concebir racionalmente otra hipótesis genésica de los seres animados, sino que el hombre emanó y ha ido evolucionando del primario espíritu-materia.

Darwin traza la evolución de las especies desde el organismo ínfimo hasta el hombre, donde inadvertidamentese detiene sin vislumbrar el mundo invisible que se dilata más allá del visible.

Los modernos filósofos positivists no han comprendido el verdadero significado de la filosofía platónica. Y así lo da a entender Draper al decir que “los griegos y romanos atribuían al espíritu la forma y semblante del cuerpo, cuyas alteraciones y crecimiento seguía” (14). A esto responderemos que poco importa la opinión del vulgo ignorante, aunque nos parece que no profesaban dicha creencia al pie de la letra; y que los filósofos platónicos, así griegos como romanos, atribuyeron semejanza de contornos, figura y semblante, no al espíritu, sino al cuerpo astral llamado por ellos alma animal (15).

Los jainos de la India opinan que el Ego, llamado por ellos Jiva, está identificado de toda eternidad con dos vehículos etéreos, uno de los cuales tiene por atributos las potencias de la mente superior y no está sujeto a mudanzas, al paso que el otro está constituido por las pasiones, emociones, deseos y afectos groseros y terrenales del hombre. Después de la muerte del cuerpo, prufica el Jiva su vehículo pasional y se une al Vaycarica, o divino espíritu, para convertirse en dios. La misma doctrina exponen los induistas en el Vedanta, que considera el Ego humano como partícula del universal espíritu divino o mente inmaterial, y, por lo tanto, capaz de identificarse con la esencia de la suprema entidad. Dice, además, explícitamente el Vedanta que quien llega al conocimiento de su interno dios, se convierte en dios, aunque viva en carne mortal, y tiene poderío sobre todas las cosas.

Opina Draper que las doctrinas budistas llegtaron a la Europa oriental por conducto de Aristóteles, y se apoya en la analogía de los conceptos capitales de este filósofo con el versículo de los Vedas que dice: “Verdaderamente hay una sola Divinidad: el supremo Espíritu. De su misma naturaleza es el alma del hombre”. Sin embargo, juzgamos equivocada la opinión de Draper, pues antes de Aristóteles enseñaron la misma doctrina Pitágoras y Platón; y si posteriormente admitieron los platónicos las teorías aristotélicas de la emanación, fue porque coincidían con las ya de ellos conocidas enseñanzas budistas acerca de este punto. La doctrina pitagórica de los números armónicos y la platónica de la creación son gemelas de la teoría budista sobre la emanación. La filosofía pitagórica tuvo por último término liberar al Ego de las ilusiones de los sentidos y de los lazos de la materia, de suerte que se identifique con la Divinidad. No puede ser más patente la coincidencia de esta doctrina con la del nirvana, cuyo verdadero significado vislumbran ya los modernos sanscritistas.

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