Capítulo 29
ESPECTROS FINGIDOS
El profesor Pepper, director del Instituto Politécnico de Londres, inventó un ingenioso aparato para producir apariciones espectrales en público (39). Los fantasmas parecían reales y se desvanecían a voluntad del operador, pues todo el artificio consistía en el reflejo de una figura intensamente iluminada, sobre un espejo plano, tan hábilmente dispuesto, que producía la ilusión óptica del fantasma con todos sus movimientos en el escenario del teatro. A veces el fantasma se sentaba en un banco y fingía arremeter contra él uno de los actores, hasta que agarrando éste una pesada hacha forjaba en los espectadores la ilusión de que decapitaba al espectro o le partía el cuerpo de alto abajo. El artificio funcionó admirablemente, a pesar de que se necesitaba mucha tramoya escénica con sus correspondientes tramoyistas, y el espectáculo atrajo todas las noches numeroso público. Sin embargo, algunos periódicos se aprovecharon de estas exhibiciones para ridiculizar a los espiritistas, sin percatarse de que nada tenía que ver una cosa con otra. Lo efectuado ilusoriamente por los espectros de Pepper pueden efectuarlo también en realidad los espíritus humanos desencarnados, cuando los elementales materializan su reflejo, hasta el punto de que los atravesarán con una espada o con un proyectil de arma de fuego sin la más leve herida. Pero sucederá lo contrario cuando se trate de espíritus elementarios, tanto cósmicos como humanos, porque cualquier arma o instrumento cortante o punzante bastará para que el terror los desvanezca. Esto les parecerá increíble a quienes ignoren de qué clase de materia están constituidos dichos elementarios, pero los cabalistas lo saben perfectamente y está corroborado por los anales de la antigüedad y de la Edad Media, aparte del testimonio jurídico de los fenómenos de Cideville en nuestros días.
Los escépticos, y aun no pocos espiritistas desconfiados, han acusado, con tanta frecuencia como injusticia, de impostores a los médiums cuando no se les consintió comprobar por sí mismos la realidad de las apariciones. En cambio, en otros muchos casos los espiritistas han sido crédulas víctimas de charlatanes y farsantes, al paso que menospreciaban las legítimas manifestaciones mediumnímicas por ignorar que cuando un médium sincero está poseído de una entidad astral, humana o no, deja de ser dueño de sí mismo y mucho menos puede gobernar a su gusto las acciones de la entidad a que sirve de medianero convertido en fantoche movido por hilos invisibles. El médium impostor puede fingir éxtasis y, sin embargo, poner entretanto en juego todo linaje de fraudes, mientras que el médium sincero puede estar despierto en apariencia, cuando en realidad está automáticamente dirigido por su guía, o también quedarse extático en el gabinete en tanto que el cuerpo astral se manifiesta en la sala animado por otra entidad.
De todos los fenómenos psíquicos, el más notable es el de la repercusión, íntimamente relacionado con los de ubicuidad y traslación aérea que en tiempos medioevales se tuvieron por arte de brujería. Gasparín se ocupó extensamente en este asunto al refutar el carácter milagroso de los fenómenos de Cideville; pero De Mirville y Des Mousseaux rebatieron a su manera las explicaciones del conde atribuyendo dichos fenómenos al diablo, con lo que, después de todo, les reconocían origen espiritual.
Dice sobre este particular Des Mousseaux: “Ocurre el fenómeno de repercusión cuando el golpe inferido al cuerpo astral desdoblado de una persona viviente produce herida incisa o contusa, según el caso, en el cuerpo físico y en el mismo punto vulnerado en el astral. Debemos suponer, por lo tanto, que el golpe repercute como si rebotase del espectro (40) al cuerpo vivo de la persona en cualquier paraje donde ésta se halle. Así, por ejemplo, si una entidad se me aparece en actitud hostil o sin aparecerse me amenaza con obsesionarme, no tengo más que herir al fantasma, en el primer caso, o asestar el golpe hacia donde yo presuma que ha de estar el invisible obsesionador, para que brote sangre en aquel sitio y se oiga a veces el grito de angustia que la entidad profiere al sentirse mortalmente herida (41). Pero sin embargo de que en el momento de asestarle el golpe estaba en otro sitio la persona cuyo espectro herí, repercutió la herida en el mismo punto del cuerpo físico vulnerado en el espectro. Por lo tanto, resulta evidente el íntimo parentesco de los fenómenos de repercusión con los de ubicuidad y desdoblamiento”.