Capítulo 23
LOS ARHATES
Los indos temen sobremanera la transmigración y reencarnación en formas inferiores, pero contra esta contingencia les dio Buda remedio en el menosprecio de los bienes terrenos, la mortificación de los sentidos, el dominio de las pasiones y la contemplación espiritual o frecuente comunión con Atma. El hombre reencarna a causa de la concupiscencia y de la ilusión que nos mueve a tener por reales las cosas del mundo. De los sentidos proviene la alucinación que llamamos contacto, del contacto el deseo, del deseo la sensación (también ilusoria), de la sensación la concupiscencia, la generación, y de la generación la enfermedad, la cecrepitud y la muerte. Así, a la manera de las vueltas de una rueda se suceden alternativamente los nacimientos y las muertes cuya causa determinante es el apego a las cosas de la tierra y cuya causa eficiente es el karma o fuerza de acción moral en el universo de que deriva el mérito y demárito. Por esto dice Buda: “Quien anhele librarse de las molestias del nacimiento, mate el deseo para invalidar así la causa determinante o sea el apego a las cosas terrenas”. A los que matan el deseo les llama Buda arhates (17) que en virtud de su liberación poseen facultades taumatúrgicas. Al morir el arhat ya no vuelve a reencarnar y entra en el nirvana (18) o mundo de las causas, la suprema esfera asequible, en que se desvanece toda ilusión sensoria. Los filósofos budistas creen que los pitris (19) están reencarnados en grado y condiciones muy superiores a las del hombre terrestre, pero nada nos dicen acerca de las vicisitudes de sus cuerpos astrales.
La misma doctrina que enseñó Buda en India seis siglos antes de J. C., enseñó Pitágoras un siglo después en Grecia. Gibbon demuestra lo muy penetrados que los fariseos judíos estaban de esta doctrina de la transmigración de las almas (20). El círculo de necesidad de los egipcios está indeleblemente grabado en los antiquísimos monumentos de aquel país. Jesús, al sanar a los enfermos les decía siempre: “Tus pecados te son perdonados”. Esta expresión enciera la doctrina del mérito y demérito, análoga al concepto budista de que el enfermo sana cuando se le perdonan los pecados (21). Los judíos le dijeron al ciego: “¿Naciste del todo cargado de culpas y pretendes enseñarnos?”
Las opiniones de Dupuis, Volney e Higgins sobre la significación secreta de los ciclos, kalpas y yugas de induístas y budistas no merecen tenerse en cuenta porque dichos autores carecían de la clave necesaria para desentrañarla. Ninguna filosofía consideróa a Dios en abstracto, sino en sus diversas manifestaciones. La “Causa Primera” de las escrituras hebreas, la Mónada pitagórica, la “Esencia Única” de los induístas y el “En Soph” de los cabalistas expresan idéntico concepto. El Bhagavad indo no es creador, sino que se infunde en el huevo del mundo y de allí emana bajo el aspecto de Brahm, del mismo modo que la Duada pitagórica procede de la única y suprema Mónada (22). El Monas del filósofo de Samos es idéntico al induísta Monas (mente) que no tiene apûrva (causa material) ni está sujeto a aniquilación (23). En calidad de Prajâpati se diversifica Brahmâ desde un principio en doce dioses manifestados, cuyos símbolos son: