Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 133

FILIACIÓN DE LOS HEVITAS

Insinúa Bourbourg que los caudillos aztecas que llevaban los nombres de Votán o de Quetzocohuatl eran descendientes de Cam y Canaán y se titulaban “hivimes”, pues decían: “Soy hivim y pertenezco a la excelsa raza del Dragón. Soy serpiente porque soy hivim” (110).

Por otra parte, Des Mousseaux, ingenuamente creído de que la serpiente es el demonio, exclama con alborozo: “Según los más eruditos comentadores de las Sagradas Escrituras, los chivimes, hivimes o hevitas descienden de Seth, hijo de Canaán y nieto de Cam el maldito” (111).

Pero las modernas investigaciones han demostrado incontrovertiblemente que la tabla genealógica del capítulo décimo del Génesis se refiere a héroes imaginarios, y que los últimos versículos del capítulo nono son sencillamente un fragmento de la alegoría caldea de Sisuthrus y el diluvio, acomodado a la narración noética. Pero suponiendo que los descendientes de Canaán se ofendieran por el inmerecido epíteto que de malditos se les aplica sin más fundamento que la fábula, nada más fácil para ellos que responder al vituperio con un hecho comprobado por arqueólogos y simbologistas; esto es, que Seth, tercer hijo de Adán y progenitor del pueblo escogido por línea de Noé y Abraham, no es más ni menos que Hermes, el dios de la sabiduría, llamado también Thoth, Tat, Seth, Set y Sat-an (112). Poca importancia tiene este descubrimiento para los autores judíos que, excepto Filón y Josefo, consideran alegórico el texto bíblico; pero muy distinto es el caso por lo que toca a los autores cristianos que como Des Mousseaux lo toman al pie de la letra.

Respecto a la filiación de los hevitas estamos conformes con este pío escritor y tenemos la seguridad de que, según transcurra el tiempo, habrá más pruebas de que algunos indígenas de la América central descienden de los fenicios y de los israelitas que profesaron después la heliolatría tan ardorosamente como los mexicanos. La Biblia nos proporciona una prueba de ello en que tres de los doce hijos de Jacob (Judá, Leví y Dan) contrajeron matrimonio con mujeres cananeas cuya religión aceptaron. Además, el patriarca Jacob en su lecho de muerte bendice a sus hijos y al llegar a Dan exclama:

Sea Dan serpiente en el camino, ceraste (113) en la senda, que muerde las pezuñas del caballo para que caiga atrás su jinete (114).

De Simeón y Leví dice el patriarca:

Simeón y Leví hermanos, instrumentos guerreadores de iniquidad. No entre mi alma en el secreto de ellos (115).

Ahora bien: el texto original dice sod (116) en vez de secreto; y sod era en los Misterios mayores el nombre común de los dioses solares de Baal, Adonis y Baco, que tenían la serpiente por símbolo. Los cabalistas explican la alegoría de las serpientes de fuego diciendo que este nombre era común a todos los levitas y que Moisés fue el jefe de los sodales (117).

Veamos ahora de probar nuestras afirmaciones.

Aseguran varios historiadores antiguos que Moisés fue sacerdote egipcio. Según Maneto ejercía la dignidad de hierofante en Hierópolis con el sacerdocio del dios solar Osiris. Su nombre entre los egipcios fue el de Osarsiph. Los comentadores modernos que sin reparo aceptan que Moisés estaba instruido en la sabiduría de los egipcios, han de aceptar asimismo la legítima interpretación de la palabra sabiduría, que siempre se tuvo por sinónima de iniciación en los sagrados misterios de los magos. ¿No se les ha ocurrido alguna vez a los lectores de la Biblia la idea de que un extranjero no pudo ser admitido, no ya a la iniciación en los Misterios mayores, sino ni siquiera a la en los menores? Cuando los hermanos de José fueron a Egipto, ningún egipcio podía sentarse a comer pan con ellos, pues lo hubieran tenido por abominación, y así comían aparte con José (118). Esto demuestra que José, al menos en apariencia, había aceptado la religión egipcia al casarse con la hija de un sacerdote, pues de lo contrario no hubieran consentido los egipcios comer con él.

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