Capítulo 50
EL PRINCIPIO VITAL
El principio vital o arqueo de Van Helmont (35) es idéntico a la luz astral de los cabalistas y al éter de la ciencia moderna. Si aun los más leves estigmas del feto no provinieran de la imaginación de la madre cuya influencia niega Magendie, ¿a qué causa atribuirá este fisiólogo la formación de excrecencias córneas y el pelaje de bestia que caracterizaba los monstruosos engendros antes referidos? Seguramente que el embrión no tenía latentes estas modalidades del reino animal, capaces de actualizarse por impulso de la fantasía materna, y así hemos de buscar la explicación del fenómeno en las ciencias ocultas.
Antes de terminar el examen de esta materia diremos algo respecto de los casos en que la cabeza, brazos o manos del feto se desintegran de repente, no obstante haber sido normalmente formados todos sus miembros. La química biológica nos dice que el cuerpo de un recién nacido se compone elementalmente de carbono, nitrógeno, agua, calcio, fósforo, sodio, magnesio y algún otro elemento. Pero ¿de dónde proceden y cómo se reúnen y combinan estos componentes? ¿Cómo moldean un ser humano estas partículas atraídas, según dice Proctor, de las profundidades del espacio circundante? Inútil fuera solicitar respuesta de la escuela materialista, uno de cuyos más conspicuos jefes, el ilustre Magendie, confiesa su ignorancia respecto de la fisiología embriológica. Sin embargo, sabemos experimentalmente que mientras el óvulo está contenido en la vesícula de Graaf, forma parte integrante del organismo materno; pero en cuanto se rompe la vesícula, el óvulo cobra, por lo que a su desenvolvimiento se refiere, tanta independencia como el huevo de la gallina después de la puesta. Casi todas las observaciones embriológicas corroboran la idea de que el embrión respecto de la madre está en la misma relación que el inquilino respecto de la morada que le resguarda de la intemperie.
Según Demócrito, el alma (36) está compuesta de átomos, y Plutarco dice al tratar de este asunto:
Hay infinito número de substancias indivisibles, imperturbadas, homogéneas, sin diferencias ni cualidades, que, diseminadas por el espacio, se atraen recíprocamente y se unen, combinan y forman agua, fuego, una planta o un hombre. Estas substancias son los átomos, así llamados porque no pueden dividirse ni cambiarse ni alterarse. Pero nosotros no podemos lograr que el color sea incoloro ni convertir en substancia anímica lo que no tiene alma ni cualidad.