Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 138

Dice un proverbio siamés que “no hay más que una luz y una sola obscuridad”: y según el apotegma cabalístico: Doemon est Deus inversus (el demonio es la inversión o sombra de Dios). ¿Hubiera existido la luz sin las tinieblas primitivas? El radiante universo tendió por vez primera sus infantiles brazos de entre los pañales del tenebroso y lúgubre caos. Si según la revelación cristiana es cierta la plenitud de Aquél que todo lo llena en todo, forzoso será admitir que en caso de que el diablo exista ha de estar incluído en esta plenitud y ha de ser una parte del que “todo lo llena en todo”. Desde tiempo inmemorial se ha intentado justificar la existencia de Dios con entera separación del diablo, y así lo hizo la antigua filosofía oriental en su theodiké; pero este metafísico concepto del espíritu caído no estuvo jamás desfigurado por la antropomórfica representación del diablo, como hicieron posteriormente las lumbreras de la teología cristiana; porque en la tierra, entre los hombres, y no en el cielo, ha de buscarse ese eterno enemigo de dios que embaraza los caminos de perfección.

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