Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 112

ARQUITECTURA EGIPCIA

Si pasamos a la arquitectura, se despliegan a nuestra vista maravillas indescriptibles. Con referencia a los templos de Filoe, Abu-Simbel, Dendera, Edfu y Karnak, dice Carpenter:

Estas hermosas y estupendas construcciones..., estos gigantescos templos y pirámides admiran profundamente por su magnificencia y belleza a pesar de los miles de años transcurridos... Es sorprendente su fábrica arquitectónica, pues las piedras están sobrepuestas con tan pasmosa exactitud, que no dejan intersticio bastante para una hoja de cuchillo... Es sumamente notable que no sólo la creencia en la inmortalidad del alma, sino también la forma de expresión que los egipcios le dieron es anterior al cristianismo, pues en el Libro de los Muertos, esculpido en antiquísimos monumentos, se leen las mismas frases que en el Nuevo Testamento (2) en lo concerniente al Juicio final. Este hierograma data probablemente de 2.000 años antes de J. C.

Según Bunsen, cuyos cómputos se consideran los más exactos, la fábrica de la gran pirámide de Cheops mide 82.111.000 pies cúbicos con peso de 6.530.000 toneladas. La infinidad de piedras talladas que entraron en esta obra demuestran la incomparable habilidad de los canteros egipcios. Dice Kenrich al tratar de la pirámide de Cheops:

Apenas son perceptibles las junturas, no más anchas que el grueso de tu papel de estaño, y el cemento es tan sumamente duro que aún permanecen en su primitiva posición los trozos de piedras de revestimiento, no obstante los siglos transcurridos y la violencia con que fueron arrancados los trozos que faltan.

¿Qué químico, qué arquitecto moderno descubrirá el secreto del inalterable cemento de los constructores egipcios?

Por su parte dice Bunsen:

La habilidad de los antiguos canteros se echa de ver más declaradamente en los obeliscos de noventa pies de altura y colosales estatuas de cuarenta, talladas en monolitos o enormes bloques de piedra.

Tanto las estatuas como los obelisco monolíticos abundaron en el antiguo Egipto, y para arrancar los bloques en que habían de tallarlos no emplearon barrenos de voladura ni pesdas cuñas de hierro, que hubiesen resquebrajado la piedra, sino que hacían en el bloque una ranura de unos 100 pies de longitud y ponían en ella, muy cerca unas de otras, gran número de cuñas de madera seca. Hecho esto, vertían agua en la ranura, y al aumentar con ello de volumen las cuñas, partían la mole tan nítidamente como el cristal queda partido por el diamante.

Varios geógrafos y geólogos modernos han demostrado que los egipcios transportaban estos monolitos a lejanísimas distancias, pero todos se han perdido en conjeturas acerca de cómo pudieron efectuar el transporte. Según dicen antiguos manuscritos, se valían para ello de carriles portátiles apoyados sobre unos cojinetes de cuero llenos de aire e inalterablemente curtidos por el mismo procedimiento empleado para la conservación de las momias. Estos ingeniosos cojinetes impedían que los carriles se hundieran en la arena (3).

La ciencia moderna no es capaz de computar la antigüedad de los centenares de pirámides erigidas en el valle del Nilo. Según Herodoto, cada rey construía una en conmemoración de su reinado, para que le sirviese de sepulcro; pero el famoso historiador pasa en silencio el verdadero objeto de las pirámides, y a no impedírselo sus escrúpulos religiosos, hubiera podido decir que exteriormente simbolizaban el principio creador de la naturaleza y ponían de manifiesto las verdades geométricas, astrológicas y astronómicas. Interiormente eran las pirámides majestuosos templos en cuyo sombrío recinto se celebraban los Misterios en que con frecuencia eran iniciados algunos individuos de la familia real. Los cuencos de pórfido que el astrónomo escocés Piazzi Smyth toma despectivamente por graneros, eran las fuentes bautismales de cuyas aguas salía el neófito nacido de nuevo para llegar a ser un adepto. Sin embargo, Herodoto nos da exacta idea del enorme trabajo empleado en transportar una de aquellas colosales moles graníticas que medía 32 pies de largo, 21 de ancho y 12 de alto, con peso de 625 toneladas (4) y se necesitaron para ello dos mil hombres que siguiendo el curso del Nilo tardaron tres años en llevarlo desde Siena al Delta.

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