Capítulo 137
ALEGORÍAS IDÉNTICAS
Aun el erudito y grave Max Müller no se puede librar a veces de las “coincidencias” cuando se le presentan en forma de inesperados descubrimientos. Por ejemplo, los mexicanos, cuyo misterioso origen, según las leyes de probabilidad, no tiene relación alguna con los arios, representan los eclipses de luna en alegoría idéntica a la de los indios, esto es, el satélite devorado por un dragón (96). Y aunque Müller considera posible la conjetura de Humboldt acerca de que entre mexicanos e indos hubieron de haber relaciones históricas, añade que “la identidad entre ambas alegorías no ha de dimanar precisamente de relaciones históricas, pues el origen de los primeros pobladores de América es una cuestión en extremo ardua para cuantos estudian las corrientes migratorias de los pueblos”. El mismo Brasseur de Bourbourg, a pesar de su erudita labor y esmerada traducción del Popol-Vuh, cuyo texto se atribuye a Ixtlilxochitl, queda confuso después de analizar el contenido de este poema mexicano.
Hemos leído la traducción del texto original y los comentarios de Max Müller. De la primera brota una luz de tan refulgente brillo, que no es extraño haya cegado a los científicos escépticos; pero Max Müller no lo es de mala fe, y raramente escapan a su atención los puntos de capital importancia. ¿Cómo explicar, por lo tanto, que un erudito de tal valía y tan acostumbrado a descubrir con su mirada de águila las costumbres, leyendas y supersticiones de los pueblos hasta en sus más ligeras analogías y leves pormenores, no advirtiera ni siquiera sospechara lo que, falta de erudición científica, echó de ver a primer examen la humilde autora de esta obra? Nos parece que la ciencia moderna pierde más que gana al desdeñar los restos de la literatura antigua y medioeval; pero quienes sinceramente se dedican al estudio de la arqueología, ven que muchas veces lo que parecen coincidencias son efectos naturales de causas demostrables. No se nos escapa el motivo de que al comentar Müller el texto del Popol-Vuh confiese que “de cuando en cuando hay pasajes inteligibles, pero que en la página siguiente todo vuelve a quedar caótico” (97); porque la mayor parte de los eruditos tan sólo se fijan en los hechos que les parecen históricos y desechan todo cuanto se les antoja vago, contradictorio, milagroso y absurdo. Por esto compara Müller la aparente incongruencia del Popol-Vuh a los cuentos de Las Mil y una noches, no obstante reconocer que existe “un sedimento de conceptos elevados bajo la superposición de quimeras sin sentido”.
Lejos de nosotros el ridículo intento de vituperar al profundo erudito Max Müller; pero no podemos por menos de decir que aun en los fantásticos relatos de Las mil y una noches hallaríamos algo digno de atención di lo comparásemos con algún hecho histórico. La Odisea de Homero supera en lo quimérica y fantástica a los famosos cuentos árabes, y sin embargo, muchos de sus mitos no son engendro de la fantasía del poeta. Los lestrigones que devoraron a los compañeros de Ulises se refieren a la gigantesca raza de caníbales (98) que en primitivos tiempos habitó en las cuevas de Noruega. Los descubrimientos geológicos han validado algunas aseveraciones de Homero que durante siglos se tuvieron por alucinaciones poéticas. El día perpetuo de que disfrutaban los lestrigones, según la Odisea, demuestra que este pueblo habitaba en las regiones árticas, donde durante el verano no se pone el sol. El mismo poema homérico (99) describe las acantiladas abras de Escandinavia (100).