Isis Sin Velo - [Tomo II]

Capítulo 117

CIVILIZACIÓN ANTIGUA

Por otra parte, Wilkinson insiste en que en los exhumados tesoros de la antigüedad no descubrió jamás vestigios de vida primitiva ni de costumbres bárbaras, sino una especie de estacionaria civilización que se remonta a remotísimas épocas. Así tenemos que la arqueología discrepa de la geología, pues atribuye esta última mayor barbarie al hombre cuanto más antiguas son las huellas que de él descubre. Es dudoso que la geología haya explorado ya el campo de investigación ofrecido por las cavernas, y así es posible que las opiniones de los geólogos, derivadas de sus actuales experiencias se modifiquen radicalmente cuando lleguen a descubrir los restos de los antepasados del hombre de las cavernas.

Acabada demostración de la teoría de los ciclos btenemos en que 700 años de la era cristiana enseñaban las escuelas de Tales y Pitágoras el movimiento y figura de la tierra con todo el sistema heliocéntrico; y 317 años después de J. C. vemos que Lactancio, preceptor de Crispo César, hijo de Constantino el Magno, enseña a su discípulo que la tierra es una llanura rodeada por el cielo, que a su vez está compuesto de fuego y agua, y le previene contra la herética doctrina de la esferoicidad de la tierra.

Siempre que engreídos de un nuevo descubrimiento dirigimos la vista al pasado, encontramos para nuestro desencanto ciertos vestigios indicadores de la posibilidad, si no de la certidumbre, de que el presunto descubrimiento no era completamente desconocido de los antiguos.

Se afirma como indudable que ni los hebreos de la época mosaica ni las naciones más civilizadas del tiempo de los Ptolomeos conocían la electricidad; pero quien se aferre a esta opinión no será por falta de pruebas en contrario, y aunque desdeñemos indagar el profundo significado de algunos pasajes de Servio y otros autores, no podremos olvidarlos hasta el punto de que un día se nos revele toda la expresiva verdad de su real significado. Así dice:

Los primitivos habitantes de la tierra no ponían nunca fuego en los altares, sino que con sus preces atraían el fuego del cielo (22)... Prometeo descubrió y reveló a los hombres el arte de atraer el rayo. Por este método atraían el fuego de la región superior.

Si después de reflexionar sobre estas palabras, persistimos en considerarlas como fraseología de fábula mitológica, será mayor aún nuestra confusión al volver la vista a Numa, el rey filósofo tan renombrado por sus conocimientos esotéricos. No podemos acusarle de ignorancia ni de superstición ni de credulidad; porque, según atestigua la historia, estaba firmemente resuelto a extinguir el politeísmo idolátrico, de cuyo culto había disuadido tan bien a los romanos, que durante algunos siglos no se vieron imágenes ni estatuas en sus templos.

Por otra parte, los historiadores antiguos nos dicen que Numa poseía notables conocimientos de física y, según tradición, los sacerdotes etruscos le iniciaron e instruyeron en el secreto de obligar a Júpiter Tonante a que descendiese a la tierra (23). Ovidio dice también que por aquel tiempo empezaron los romanos a adorar a Júpiter Elicio. Por su parte opina Salverte que muchos siglos antes de los experimentos de Franklin, los había ya llevado a cabo Numa con excelente éxito, y que Tulio Hostilio fue la primera víctima del peligroso “huésped celeste”. Tito Livio y Plinio cuentan el caso diciendo que como Tulio Hostilio encontrara en los Libros de Numa las instrucciones necesarias para ofrecer sacrificios a Júpiter Elicio, se equivocó al seguirlas y fue “herido por el rayo y consumido en su propio palacio” (24).

Observa Salverte que en la exposición de los secretos científicos de Numa se vale Plinio de “excepciones que parecen indicar dos distintos procedimientos: uno para provocar el rayo (impetrare) y otro para obligarle a caer (cogere) (25).

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