Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 66

LA FÁBULA DE EURÍDICE

Otfriedo Müller nos descubre las diferencias entre los Misterios órficos y el culto exotérico de Baco (26), aunque los iniciados en ellos profesaban públicamente la religión báquica; pero la austera moralidad y el riguroso ascetismo de las doctrinas de Orfeo, que tan escrupulosamente seguían sus discípulos, eran de todo punto incompatibles con la grosera obscenidad y torpeza de lasceremonias populares.

La fábula de Aristeo que persigue a Eurídice por los bosques, donde la mata una serpiente, es clarísima alegoría de la fuerza bruta (Aristeo) que persigue a la doctrina esotérica (Eurídice), muerta por acometida de los dioses solares (la serpiente), que la sepultan en el mundo subterráneo o lugar inferior, muy distinto del infierno teológico. Además, cuando las bacantes despedazan a Orfeo, la alegoría da con ello a entender la profunda diferencia entre la religión esotérica y el culto exotérico, y que los groseros ritos populares tienen siempre entre el vulgo mejor acogida que la sencilla y divina verdad.

Difícil resulta determinar con precisión los ritos del esoterismo órfico, pues los himnos originales se perdieron desde un principio, y ni Platón ni Aristóteles tuvieron por auténticas las copias existentes en su tiempo. Sin embargo, la tradición oral indica que Orfeo aprendió sus doctrinas en la India de boca de los magos, o sean las mismas que profesaban los iniciados de todos los países (27).

Los esenios pertenecían a la escuela pitagórica, antes de que alteraran más bien que perfeccionaran su organización bajo el influjo de aquellos misioneros budistas establecidos per saeculorum millia en las riberas del mar Muerto, según nos dice Plinio. Pero si por una parte los misioneros budistas disciplinaron monacalmente a los esenios con estricta observancia de las reglas conventuales, también dieron vivo ejemplo de las austeras virtudes que en grado heroico practicó Sakya, a quien precedieron en ejemplaridad algunos filósofos antiguos con sus discípulos y siguieron siglos después Jesús y los ascetas cristianos, hasta que, relajándose poco a poco, las olvidó por completo la Iglesia romana.

Los nazares iniciados se habían mantenido siempre fieles a las enseñanzas esotéricas que antes de ellos profesaron los primitivos adeptos. Los discípulos de Juan el Bautista formaban una rama desgajada de los esenios y por tanto no debemos confundirlos con los otros nazares a quienes Oseas inculpó de haberse entregado a Bosheth (...), que era el máximo de la abominación (28).

La secta de los nazarenos era muy anterior a la ley de Moisés, y nació en la comarca de Galilea, secularmente enemistada con el resto de Israel y compuesta en otro tiempo de una confusa mezcolanza de gentes idólatras, cuya capital era Nazara, después Nazareth, donde los primitivos nazarenos celebraban los Misterios de vida o asambleas de iniciación, cuyos ritos religiosos diferían opuestamente de los del culto popular de Adonis en Biblos.

Mienstras los menospreciados galileos adoraban al verdadero Dios con el don de clarividencia trascendental, los israelitas, que presumían de pueblo escogido, se entregaban a cultos idolátricos, según demuestra el siguiente pasaje:

Y saliendo una forma de mano, me asió de una guedeja de mi cabeza y me elevó el Espíritu entre la tierra y el cielo y me llevó a Jerusalén en visión de Dios... Y habiendo entrado, miré, y he aquí toda semejanza de reptiles y de animales y todos los ídolos de la casa de Israel estaban pintados en la pared por todo el rededor. Y a setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel que estaban en pie delante de las pinturas... Y me dijo: Hijo de Israel en las tinieblas, porque dicen: No nos ve el Señor... Y me introdujo por la puerta de la casa del Señor que miraba al Norte, y he aquí mujeres que estaban allí sentadas llorando a Tammuz (Adonis) (29).

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