Capítulo 65
CAPÍTULO III
EL REY.-Oigamos este relato del principio al fin.-
SHAKESPEARE: Todo es bien si bien acaba.
Acto V, escena III.
Él es el Uno egendrado por Sí mismo, de Quien todas las
cosas proceden y en ellas actúa. Ningún mortal le ve, pero Él
lo ve todo.- Himnos órficos.
Tuya es atenas, ¡oh Atenea! Escucha, ¡oh gran diosa!, y en
mi obscurecida mente derrama tu pura luz con ilimitada abundancia.
Derrama, ¡oh Reina perfectísima!, aquella luz sagrada
que eternamente irradia de tu serena faz. Con tu bendito e
impelente fuego inspira a mi alma mientras vaga por la tierra.
PROCLO; TRAYLOR: A Minerva.
La fe es la substancia de las cosas... Por su fe no pereció
con los incrédulos la ramera Rahab, que había ocultado
compasivamente a los espías.- Hebreos, XI, i, 31.
¿De qué aprovecharía, ¡oh hermanos míos!, la fe sin las
obras? ¿Podrá la fe salvarle? La ramera Rahab quedó
justificada por las obras al recibir a los espías y
despedirlos después por seguro camino.-Santiago, ii, 14, 25.
Clemente de Alejandría nos presenta al gnóstico Basílides “dedicado a la contemplación de las cosas divinas”. Esto mismo puede decirse de los fundadores de las primitivas sectas que acabaron por fundirse en la estupenda amalgama de intrincados dogmas con que Ireneo, Tertuliano y otros doctores definieron el actual cristianismo. Si se califican de heréticas aquellas sects, también habríamos de considerar herético el primitivo cristianismo. Basiílides y Valentino fueron anteriores a Ireneo y tertuliano, quienes todavía tienen menos motivo que aquéllos para cohonestar sus heréticas doctrinas, cuyo triunfo se debió a la propicia suerte y no al derecho divino ni a la eficacia de la verdad. Cabe asegurar con todo fundamento que el judaísmo, la cábala y el cristianismo son brinquiños de las dos recias ramas (induísmo y budismo) del robusto tronco de la prevédica religión universal a que pudiéramos llamar budismo prehistórico, posteriormente dogmatizado en el induísmo para rebrotar más tarde en el budismo de Gautama.