Capítulo 105
JESÚS SEGÚN LAS TRADICIONES HEBREAS
María fue madre de un niño llamado Jeschu, y ya crecido lo puso al cuidado del rabino Elhanan. Y el niño adelantaba en conocimientos porque estaba dotado de aguda comprensión. Después de Elhanan educó a Jeschu el rabino Joshua, hijo de Perchiah, quien le inició en el conocimiento secreto; pero como el rey Janeo mandase matar a todos los iniciados, el rabino Joshua huyó a Alejandría con el niño.
Durante su permanencia en Alejandría se hospedaron en casa de una muy principal y docta señora (136), a quien el joven Jesús diputó por bella no obstante un defecto que en los ojos tenía, y así se lo declaró a su maestro. Encolerizado éste al escuchar que su discípulo encontrara algo bueno en el país de la esclavitud, le maldijo y apartóle de su presencia.
Relata a continuación el texto en estilo alegórico una serie de aventuras, de las que se colige que Jesús completó su iniciación en las escuelas cabalistas de la India, después de instruido en la ciencia de los egipcios. Muerto el rey Janeo regresó Jesús a Judea (137).
El erudito autor de Tela ígnea Satanae dice que se levantaron contra Jesús dos cargos substanciales: 1.º Que prevalido de su iniciación en Egipto había descubierto los secretos del templo. 2.º Que los había profanado al divulgarlos entre gentes que, incapaces de comprenderlos rectamente, los desnaturalizaron. Pero copiemos la traducción del texto hebreo sobre el particular, que dice así:
Hay en el santuario del Dios vivo una piedra cúbica en que están esculpidos los sagrados caracteres cuya combinación revela los atributos y poderes del Nombre inefable que dan la clave del conocimiento de las ocultas fuerzas de la Naturaleza.
Llaman los hebreos a esta piedra Scham hamphorash, y está custodiada por dos leones (138) de oro que rugen cuando alguien se acerca. Siempre había guardias de vista en las puertas del templo, y en el santuario sólo entraba una vez al año el sumo pontífice. Pero Jesús, que conocía el secreto por haberlo aprendido en Egipto, forjó una clave invisible con la que pudo entrar en el santuario sin que nadie le viese... Cogió los caracteres de la piedra cúbica escondiéndoselos en el muslo (139), y en seguida salió del templo para asombrar al pueblo con sus milagros. Resucitaba muertos, sanaba leprosos y endemoniados, y a su voz emergían del fondo del mar las piedras para formar una montaña desde cuya cumbre predicaba su doctrina; pero como no pudiera mover la piedra cúbica del santuario, modeló otra de arcilla y la enseñaba a las gentes por verdadera.
Por fin, prendieron a Jesús y estuvo cuarenta días en la cárcel donde le azotaron por sedicioso, le lapidaron después por blasfemo en un paraje llamado Sud, y finalmente le crucificaron (140).
Este relato, como todos los de los libros hebreos, tiene doble significado: el literal y el esotérico, cuya explicación dan los libros cabalísticos. Sin embargo, por mucha cautela que se haya de tener para aceptar los relatos judíos referentes a Jesús, son algo más verídicos que los de los demasiado celosos Padres de la Iglesia. Lo cierto es que Jaime, el “hermano del Señor” como le apellidan los textos, nada dice acerca de la resurrección, y en ningún pasaje de sus Epístolas llama a Jesús “Hijo de Dios” ni siquiera “Cristo Dios”, sino tan sólo una vez el “Señor gloriosísimo”, como también llamaban los nazarenos a Juan el Bautista.
Así vemos en el siguiente pasaje:
Hermanos míos, no queráis poner la fe del señor gloriosísimo Jesucristo en acepción de personas (141).
Las expresiones usuales de los nazarenos al hablar de Juan el Bautista son las mismas que emplea Santiago o Jaime al referirse a Jesús, y así le llama “hombre de semilla de hombre”, “Mensajero de Vida”, “Mensajero de Luz”, “mi Señor Apóstol”, “Rey brotado de la Luz”, etc.
Dice el Código de los nazarenos.
Paz a ti, mi Señor Juan Abo Sabo, Señor de gloria (142).
Además tenemos estos otros dos pasajes:
Condenasteis y matasteis al justo (143).
Porque Juan el justo vino a vosotros en camino de justicia (144).