Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 97

LA REENCARNACIÓN SEGÚN LAS HOMILÍAS

El “Hijo de Dios” simboliza el espíritu inmortal del hombre, la entidad divina u hombre verdadero, pues los vehículos inferiores son entidades imperfectas que, privadas de la luz del espíritu, quedan reducidos a una duada animal (118). El hombre verdadero es trino y no pierde la inmortalidad en los sucesivos renacimientos a través de las esferas que cada vez le acercan más y más al esplendente reino de la eterna y absoluta Luz.

Dice la Kábala:

El Primogénito de Dios, el santo Velo, la Luz de luces, envía la revolución del Delegado, porque es la primera Potestad (119).

A lo que arguye un doctor de la Iglesia:

No hay más pneuma (espíritu) ni más dunamis (poder) de Dios que el Logos, el primogénito de Dios... Ángeles y potestades hay en los cielos (120).

Sin embargo, esta doctrina es puramente cabalística y la tomaron los cristianos del Zohar y de las sectas gnósticas, pues Jesús no la aprendió en las sinagogas judías sino en las escuelas cabalísticas. El texto mosaico apenas habla de los ángeles y potestades celestes, no obstante las directas comunicaciones de Moisés con el “Señor Dios de Israel”, y de aquí la enseñanza relativa a los ángeles se mantuviera secreta y la condenara por herética la sinagoga. Tal es la razón de que Josefo tilde de herejes a los esenios, diciendo:

Los que se afilian a la secta de los esenios juran conservar en toda su pureza las doctrinas recibidas y transmitirlas en tiempo oportuno tal como las recibieron y mantener secretos los libros de la secta y los nombres de los ángeles (121).

Los saduceos no creían en los ángeles ni tampoco los iniciados griegos, quienes sólo reconocían los dioses y semidioses del Olimpo. Únicamente los cabalistas y teurgos sostuvieron desde tiempo inmemorial la creencia en los ángeles, que posteriormente adoptaron Platón y Filo Judeo, más tarde los gnósticos y por último los cristianos.

Josefo no dijo respecto de Jesús lo que Eusebio le atribuye en su amañada interpolación, sino que, por el contrario, señala en los esenios las características culminantes en la doctrina de Jesús. Así dice de ellos:

Para orar se retiraban a lugares solitarios... Su palabra es más valedera que un juramento y esquivan siempre el jurar... Entran en las casas de gentes desconocidas y las tratan como si fuesen íntimos amigos (122).

Estos rasgos distintivos coinciden con los consejos que Jesús dio, según los siguientes pasajes:

Mas tú cuando orares, entra en tu aposento y cerrada la puerta, ora a tu Padre en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Pero yo os digo que de ningún modo juréis ni por el cielo, porque es el trono de Dios...; mas vuestro hablar sea sí, sí, no, no; porque lo que excede de esto, de mal procede (123).

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