Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 54

CAÍDA DEL ALMA

Aun dando por supuesto que en los Misterios menores o iniciación preliminar (aporreta) se llevasen a cabo algunas ceremonias (155) ofensivas al pudor de los cristianos recién conversos, su m´çistico simbolismo hubiera bastado a desvanecer toda sospecha de obscenidad (156).

Dice Píndaro:

Bienaventurado el que ha visto los ordinarios negocios del mundo inferior, pues así sabe cuál es el fin de la vida que en Júpiter tiene su origen.

Prevalido de la autoridad de varios iniciados, dice Taylor:

Las representaciones dramáticas de los Misterios menores tuvieron desde un principio por objeto significar encubiertamente la condición del alma encarnada en el cuerpo físico, donde sufre la muerte hasta que la liberta la sabiduría.

El cuerpo es cárcel y sepulcro del alma, pues, como afirma Platón, y con él algunos Padres de la Iglesia, el alma recibe su castigo en la unión con el cuerpo. Tal es la doctrina básica de los budistas y también de muchos induístas.

Sobre esto dice Plotino:

Cuando el alma cae en la generación desde su estado casi divino, participa del mal y desciende a una condición distantemente opuesta a su primitiva integridad y pureza, hasta quedar completamente sumida en el negro lodazal (157).

Esta misma enseñanza dio Gautama el Buddha.

Si hemos de creer a los antiguos iniciados, forzoso nos será admitir la interpretación que dieron a los símbolos, sobre todo si vemos que coincide con las enseñanzas de los más preclaros filósofos hasta el punto de representar la misma idea que los actuales Misterios de Oriente.

Demeter era el símbolo del vehículo astral que, no obstante su naturaleza sutil, se contaminaba con la materia a través de sucesivas evoluciones espirituales. De este símbolo podemos inferir el de la matrona Baubo, la hechicera que para adaptar el alma (Demeter) a su nueva situación se ve precisada a tomar forma infantil. Baubo es el cuerpo físico que proporciona al alma el único medio capaz de acostumbrarla a su terrena cárcel, previo el paso por la inocencia infantil. Hasta el momento de encarnar, Demeter o Magna mater (el alma) duda, vacila y se acongoja; pero en cuanto prueba el bebedizo preparado por la hechicera Baubo, calma su ansiedad y se infunde en el infantil cuerpo, donde durante algún tiempo pierde la conciencia de su precedente estado mental, que ha de recobrar tras nueva lucha iniciada con el uso de razón. El alma se halla entonces entre la materia (cuerpo físico) y el âtma o espíritu inmortal (nous). ¿Quién vencerá? La tríada superior recibirá el resultado de la batalla de la vida. Si prevalecen los placeres materiales con sus correspondientes abusos, a la muerte del cuerpo físico seguirá la desintegración del astral; pero, en caso contrario, si prevalece la naturaleza superior, en vez de desintegrarse el cuerpo astral se unirá con el supremo principio de la tríada superior, único capaz de conferirle la inmortalidad. Entonces conoce el hombre las divinas verdades del más allá de la vida antes de la muerte del cuerpo. Los semidioses abajo; los dioses arriba.

Tal era el principal objeto de los Misterios que algunos simbologistas modernos ridiculizan y la teología nos representa de índole diabólica. La imputación de falsedad y locura contra puros y sabios hombres de la antigüedad y la Edad Media proviene de ignorar o no creer en las potenciales facultades que todo hombre lleva inherentes y que puede educir en muy superior grado, hasta llegar a ser un hierofante, para educirlas después en cuantos se sometan al mismo régimen disciplinario. Los hierofantes apenas insinuaron lo que vieron en su última hora terrena; pero Pitágoras, Platón, Plotino, Proclo y muchos otros aseveraron la insinuación.

Ya en el recinto interno del templo, ya por el particular estudio de la teurgia o por la austera espiritualidad de su vida, todos los iniciados adujeron en sí mismos evidente prueba de la posibilidad que tiene todo hombre de ganar la vida eterna tras ruda pelea en la vida temporal.

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