Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 99

LOS NABATEANOS DE AYER Y DE HOY

Los nazarenos, lo mismo que los esenios y los terapeutas, interpretaban esotéricamente las Escrituras prescindiendo de la fórmula externa de la ley mosaica, que el mismo Jesús tuvo en poco, a pesar de los esfuerzos de Ireneo en presentarle de perfecto acuerdo con Moisés (124),

Dice Munk (125) que en el desierto moraban sobre cuatro mil esenios que tenían libros místicos y vaticinaban el porvenir. Los nabateanos profesaban con levísimas diferencias las mismas doctrinas que los nazarenos y sabeanos, y todos ellos veneraban mayormente a Juan el Bautista que a Jesús. El historiador persa Iezidi dice:

Los nabateanos llegaron a Siria procedentes de Busrah. Observan el bautismo y creen en siete arcángeles, aunque al mismo tiempo veneran a Satán. Su profeta Iezed, que floreció muchísimo antes de Mahoma, enseñaba que Dios le enviaría un mensajero para revelarle el significado de un libro escrito en los cielos desde la eternidad (126)

Los nabateanos moraban en el Líbano, donde todavía están sus descendientes, y su sistema religioso era puramente cabalístico. Maimónides los identifica con los sabeanos, según se infiere de este pasaje:

Te diré cuáles son las obras que tratan de las creencias e instituciones de los sabeanos. La más famosa es la titulada: Agricultura de los nabateanos, que tradujo Ibn Wahohijah y rebosa de quimeras paganas... Habla de la preparación de talismanes para contrastar el poder de los espíritus, magos, demonios y trasgos que moran en el desierto (127).

Hoy día, las tribus diseminadas más allá del Jordán y los samaritanos de Damasco, Gaza y Naplosa, la antigua Siquem, conservan tradicionalmente, en toda su primitiva sencillez, la fe de sus padres, no obstante las persecuciones sufridas durante dieciocho siglos. Entre ellos hemos de buscar las tradiciones verídicas, por mucho que las hayan desfigurado superposiciones posteriores, y compararlas con las leyendas forjadas por los Padres de la Iglesia so capa de revelación. Dice Eusebio que antes del sitio de Jerusalén, la naciente comunidad cristiana, la mayoría de cuyos individuos habían conocido personalmente a Jesús y los apóstoles, se refugiaron en la ciudad de Pella, sita al otro lado del Jordán. Es, por lo tanto, muy natural que esta primitiva colonia, durante tantos siglos apartada del resto del mundo, haya conservado íntegra la doctrina del Fundador, y allí debemos buscar la fuente originaria del cristianismo. Después de la muerte de Jesús, todos los cristianos, fuesen ebionitas, nazarenos o gnósticos, se refundieron bajo la común creencia de que Jesús había sido un hombre justo (128), un profeta poseído de la entidad Christos-Sophía manifestada por su mediación. Los primitivos cristianos se mantuvieron unidos contra la fanática intolerancia de la sinagoga y el tiránico tecnicismo de los fariseos, hasta que de este común tronco se desgajaron dos ramas: los tanaímes y los gnósticos (129). Entre los primeros se agruparon los partidarios de Pedro y Juan Evangelista; entre los segundos, los que siguieron a Pablo, y a fines del siglo II absorbieron a las escuelas gnósticas, cuya mística simbología se incorporó a la Iglesia romana.

Entre estas contradicciones hermenéuticas y dogmáticas, ¿qué cristiano se atreverá a definir su fe? El texto siriaco del Evangelio de San Lucas dice:

Jesua, lleno del Santo Espíritu, volvió del Jordán y el Espíritu le condujo al desierto (130).

Añade el mismo texto que el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en figura de paloma.

Sobre el particular dice Dunlap:

La dificultad está en que el Evangelio declara que Juan Bautista vio descender el Espíritu (Poder de Dios) sobre Jesús en el momento del bautismo, es decir, en plena virilidad; y por lo tanto, tiene fundamento la creencia de los ebionitas y nazarenos de que antes del bautismo no es posible admitir en Jesús los atributos del Logos. Por otra parte, los gnósticos creían que Jesús era el Logos manifestado en la carne (131).

El Apocalipsis de San Juan y las opiniones del sincero obispo Sinesio, que por fin abrazó las doctrinas neoplatónicas, corroboran la sencilla fe de los primeros cristianos. Sinesio, discípulo de Hipatia, exclama en un arrebato de inspiración:

¡Oh! Padre de los mundos... Padre de los eones... Artífice de los dioses, santa es tu alabanza (132).

Y dice Hermes:

Santo es Dios, el Padre de todos los seres. Santo es Dios, cuyo poder se manifiesta en la Sabiduría. Bendito eres Tú, que todo lo creaste con tu palabra. Creo en Ti y de Ti doy testimonio, y voy a la VIDA y a la LUZ (133).

¿Qué obispo cristiano se ha expresado tan ortodoxamente como el divino pagano?

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