Capítulo 145
EL ESFUERZO PROPIO
Dice Brian Houghton Hodgson:
El verdadero budismo transpone la frontera entre las mentes finita e infinita, y estimula al hombre a que por su propio esfuerzo alcance la divina perfectibilidad que ha de convertirle en dios (136).
Tristemente cruentos fueron los medios empleados para el prevalecimiento de los dogmas amañados por Eusebio e Ireneo, y sin embargo, los modernos teólogos no tienen más remedio que recurrir a la filosofía gentílica para explicar satisfactoriamente los misterios del reino de los cielos. El cristiano más erudito y piadoso de nuestros días no aventaja ni siquiera iguala en ciencia religiosa a los filósofos antiguos ni a los contemporáneos de allende los Himalayas, a pesar de que presume de verse asistido por la revelación divina.
El budista que sinceramente profesa la religión de sus padres especulativa y prácticamente, aunque su fe esté cegada por las supersticiones con que la adulteró la ambición clerical, es por término medio, en su conducta y en sus obras, más semejante a Cristo que la generalidad de los sacerdotes cristianos, cuyo fanatismo “condena eternamente” a cuantos no participan de sus creencias religiosas. El budista aventaja al cristiano en que tiene el deber de “honrar su propia fe sin denigrar la de otros pueblos” (137). El cristianismo degenera de día en día en mera especulación emotiva, al paso que el budismo demanda sobre todo y ante todo las buenas obras, vivificadas por el amor a todo ser viviente.
El hombre convencido de que todo lo ha de lograr por su propio esfuerzo, sin que otro carague con las consecuencias de sus culpas, está en condiciones cien veces más favorables de mejoramiento, que aquel otro a quien se le dice que puede borrar los más horribles crímenes y quedar tan blanco como la nieve con sólo confiar en un Dios que, según dice Volney, se alimentó un día en la tierra y hoy sirve de alimento a las gentes.