Capítulo 70
MODALIDADES DEL BAUTISMO
Dice el Código de los nazarenos:
Juan, hijo del abasaba Zacarías y concebido por su madre Anasabet a los cien años, hacía ya cuarenta y dos (51) que bautizaba cuando bautizó a Jesús el Mesías... Pero Jesús alterará la doctrina de Juan y mudará su bautismo y dará otros aforismos de justicia (52).
El bautismo de agua quedó substituido por el del Espíritu Santo, tal vez a causa del empeño que mostraron los Padres de la Iglesia en establecer una reforma que distinguiese a los cristianos de los nazarenos, nabateanos y ebionitas con propósito de cohonestar nuevos dogmas. Los Evangelios sinópticos no solamente nos dicen que Jesús bautizaba como Juan, sino que los discípulos de éste se enojaron por ello, aunque nadie pueda acusar a Jesús de culto báquico.
El versículo 2 del capítulo IV de San Juan, que está puesto entre paréntesis y dice: “(Aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos)”, tiene todas las trazas de una interpolación. Según Mateo, Juan el Bautista dice que el que viene tras él no bautizará con agua, sino “con fuego y Espíritu Santo”. Marcos, Lucas y Juan corroboran estas palabras. Más adelante demostraremos que los símbolos del agua, fuego y Espíritu Santo, proceden de la India. Pero es muy particular que los Hechos de los apóstoles nieguen el bautismo de fuego, según se infiere del siguiente pasaje:
Y aconteció que estando Apolo en Corinto (53) vino Pablo a Efeso y halló algunos discípulos. Y les dijo: ¿Cuándo abrazásteis la fe, recibisteis el Espíritu Santo? Y ellos le respondieron: Antes, ni aun hemos oído si hay Espíritu Santo. Y él les dijo: ¿Pues en qué habéis sido bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Oídas estas cosas, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús... y vino sobre ellos el Esp´çiritu Santo y hablaban en lenguas y profetizaban (54).
Vemos que San Juan Bautista, el precursor, profeta y mártir, según el cumplimiento de las profecías anuncia públicamente el bautismo de fuego y del Espíritu Santo (55); y sin embargo, sus discípulos, que tan convencidos debieran estar de las palabras de su maestro, declaran que nunca han oído hablar del Espíritu Santo.
Verdaderamente, tenían razón los autores del Codex Nazareus; pero no a Jesús, sino a los que posteriormente tergiversaron el Nuevo Testamento con tendenciosas miras, debemos culpar de haber adulterado la doctrina de Juan, la significación del bautismo y el sentido de las palabras de justicia.
No cabe objetar que el Codex, tal como lo conocemos, fue escrito siglos después de la predicación de los inmediatos discípulos de Juan, pues lo mismo ocurrió con los Evangelios. Cuando Pablo habló con los bautistas, no había aparecido aún entre ellos Bardesanes, y por lo tanto nadie tildaba de herética a dicha secta. Además, la rivalidad suscitada desde un principio entre los discípulos de Jesús y de Juan nos da a entender que los de este último no tomaron en consideración la promesa del “Espíritu Santo”; y por otra parte, tan poco seguro estaba Juan de que Jesús fuese el Mesías prometido, que después del bautismo y no obstante la voz que desde el cielo dijo: Éste es mi Hijo el amado (56), envía desde la cárcel a dos discípulos para que le pregunten a Jesús: “¿Eres tú aquel que ha de venir o hemos de esperar a otro (57)?”