Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 68

LA SUCESIÓN APOSTÓLICA

Con esta última religión tiene íntimo parentesco la predicada por Jesús y difundida por los apóstoles. El buddha Gautama restauró la prístina pureza del sentimiento religioso estableciendo su doctrina ética sobre tres principios fundamentales, conviene a saber:

1.º El origen natural de todas las cosas.

2.º Que la virtud lleva en sí misma el premio, y el vicio el castigo.

3.º Que la vida terrena es de prueba para el hombre.

En estos tres principios se fundan todas las creencias religiosas, que pueden resumirse en Dios y la inmortalidad del espíritu. Por confusos que fueran los subsiguientes dogmas teológicos y por incomprensibles las metafísicas abstracciones que embarullaron las teologías de las diversas religiones, todas éstas, si exceptuamos el actual cristianismo (1), vivifican su filosofía con aquellos tres principios que resplandecieron múltiplemente en las doctrinas de Zoroastro, Pitágoras, Moisés (2), Platón y Jesús.

Examinemos, pues, siquiera brevemente, las numerosas sectas que se llamaron cristianas por creer en un Christos (3), y veamos hasta qué punto coincidieron los apóstoles Pedro y Pablo en la predicación de la nueva doctrina.

Otra vez hemos de referirnos al fraude capital de los doctores de la Iglesia, quienes con propósito de validar la supremacía de Roma, afirmaron contra toda prueba histórica que el apóstol Pedro sufrió el martirio en la ciudad eterna. Muy natural es que el clero romano se obstine en defender esta falsedad, porque una vez descubierta, quedaría sin apoyo alguno el dogma de la sucesión apostólica.

Recientemente se han publicado notables obras para refutar el supuesto martirio de Pedro en Roma, entre ellas El Cristo de Pablo, escrita por Reber, quien muy ingeniosamente demuestra:

1.º Que la Iglesia de Roma no se estableció hasta el reinado de Antonino Pío.

2.º Que si fuese cierto, como afirman Eusebio e Ireneo, que los apóstoles Pedro y Pablo nombraron por sucesor en el gobierno de la Iglesia a Lino, esta sucesión correspondería precisamente a los años 64 al 68 de la Era cristiana.

3.º Que este período cae dentro del reinado de Nerón (4).

Apoyado en estas tres demostraciones, prueba Reber con sólido fundamento que el año 69 no podía estar San Pedro en Roma porque estaba en Babilonia, donde escribió su primera epístola, cuya fecha fijan Lardner y otros investigadores en aquel mismo año (5).

Acaso la Iglesia romana quiso denotar desde luego su índole al elegir por fundador titular al apóstol que negó tres veces a su Maestro en el momento del peligro, y el único (excepto Judas) que con sus provocaciones dio motivo a que le reprendiese, diciendo:

Mas él, volviéndose y mirando a sus discípulos, amenazó a Pedro, diciendo: Quítateme de delante, Satanás, porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres (6).

La Iglesia griega conserva una tradición, cuyo origen atribuye a Basílides (7), según la cual, cuando el canto del gallo representó a Pedro la cobardía de su triple negación, atravesaba Jesús entre soldados el patio de Anás y encarándose con Pedro le dijo: “En verdad te digo, Pedro, que me negarás en los siglos venideros hasta que pases de viejo y extenderás tus manos y otro te escarnecerá”.

Dicen los griegos que este vaticinio se refiere a la Iglesia romana, que constantemente está renegando de Cristo bajo el disfraz de falsa religión (8).

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