Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 80

EL UNIVERSO ILUSORIO

Muy difícil es que las naciones occidentales, que de tan civilizadas presumen y sin embargo desdeñan el examen de los fenómenos psíquicos tan familiares en Oriente, comprendan ni siquiera estimen los conceptos religiosos del pueblo índico, cuyos metafísicos basaron sus más profundas y trascendentales especulaciones en el capital principio, a la par induísta y budista, de que todo lo finito es ilusorio y que sólo es real lo infinito y eterno (140). Los accidentes y cualidades de los objetos (forma, color, olor, sabor, tactilidad y sonoridad) existen para nosotros en proporción a la agudeza receptiva de los sentidos corporales. El ciego de nacimiento no puede tener idea de la forma ni del color (141); pero no obstante, los objetos existen para él aun sin estas cualidades, y los percibe por los sentidos suprafísicos. Todos vivimos en este mundo sujetos a la influencia de la ilusión que nos muestra más o menos correctamente, según nuestro temperamento físico y mental, el reflejo de los originarios arquetipos emanados de la Mente absoluta. Tan sólo estos arquetipos son manifestaciones reales y permanentes.

Hace muchísimos siglos, el místico filósofo indo Kapila (142) expuso magistralmente este concepto, diciendo.

Tan poca importancia tiene la condición física del hombre, que difícilmente puede comprobar su propia existencia ni la de la Naturaleza. Tal vez lo que llamamos universo, con cuantos seres lo pueblan, no tiene nada de real, y es tan sólo el producto de la continuada ilusión (maya) de nuestros sentidos.

Al cabo de diez mil años, repite Schopenhauer el mismo concepto, diciendo:

La naturaleza no existe per se. Es la indefinida ilusión de nuestros sentidos (143).

Si los objetos de sensación son ilusorios y fluctuantes, no pueden ser reales. Únicamente el Espíritu es real porque es inmutable. Así lo enseñó primero la filosofía búdica y después los gnósticos que de ella derivaron su doctrina. La entidad Cristo sufrió espiritualmente mucho más de lo que sufrió corporalmente la personalidad ilusoria de Jesús clavado en el leño.

Según el concepto cristiano, Jesús equivale a Cristo; pero los gnósticos y los iniciados distinguían entre ambas entidades (144). El Christos de los griegos significaba ungido con aceite puro (chrism), aparte de otras acepciones, entre las cuales tenemos la equivalente a la que en todas las lenguas significa la pura y sagrada esencia de la primera emanación del Absoluto que se manifiesta en espíritu perceptible. El Logos griego, el Mesías hebreo, el Verbo latino y el Viradj sánscrito expresan el idéntico concepto de la primera emanación, el Hijo del Padre, la llama desprendida del eterno e inextinguible foco de Luz.

Dice Manú:

El hombre que obra piadosamente con la interesada mira de su propia salvación, puede alcanzar la dignidad de los devas; pero el que obra piadosa y al mismo tiempo desinteresadamente, se libra para siempre de los cinco elementos (materia)... Quien ve el supremo Ser en todos los seres y todos los seres en el supremo Ser y ofrece su propio ser en sacrificio, se identifica con el Ser que brilla por su propio esplendor (145).

Así tenemos que el verdadero significado de la palabra Christos es el colectivo concepto de los espíritus individuales de los hombres, erróneamente llamados almas. Son los divinos Hijos de Dios, algunos de los cuales cobijan a las entidades humanas, aunque en su mayoría permenecen en la condición de espíritus planetarios, y en su mínima parte quedan temporalmente unidos en la tierra a hombres como Gautama, Jesús, Tissu, Krishna, que por virtud de esta unión fueron dioses-hombres en la tierra. Otros como Moisés, Pitágoras, Apolonio, Plotino, Confucio, Platón, Jámblico y algunos santos del cristianismo, se unieron de cuando en cuando con el Christo o Hijo de Dios, y merced a esta interválica unión se elevaron a la categoría de semi-dioses instructores de la humanidad. Luego de separados de sus tabernáculos terrestres y unidos para siempre con el espíritu inmortal, se restituyen a la luminosa hueste de los ungidos en solidaridad de pensamiento y de acción. De aquí que al decir los gnósticos que Christo sufrió espiritualmente por la humanidad daban a entender con ello que sufrió su divino Espíritu.

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