Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 171

EL PÁRRAFO DE JOSEFO

Sin embargo, Renan opina, contrariamente, que es auténtico el pasaje de Josefo referente a Jesús, porque denota el estilo propio del autor, quien si hubiera hablado de Jesús no lo hiciera de otro modo (111).

Permítanos el ilustre crítico que, dejando aparte la duda supuesta por la condicionalidad de su afirmación, le contradigamos sinceramente, pues aun cuando el párrafo en cuestión fuera de Josefo, hay incisos evidentemente interpolados, por los cuales se echa de ver que no hubiera hablado de Jesús tal como aparece.

Dice así el citado párrafo:

Por este tiempo vivía Iasus, un hombre sabio (112), si cabe llamarle hombre (...), pues operaba prodigios e instruía a los hombres que reciben placenteramente la verdad. Era el ungido, y a causa de la acusación que le echaron los príncipes del pueblo, fue condenado a la cruz por Pilatos. Los acusadores no quisieron amar al que les amaba, pero se les apareció vivo al tercer día de su muerte. De este ungido dijeron los profetas éstas y otras muchas cosas maravillosas.

En las dieciséis líneas de que en el original consta el precedente párrafo, se afirma por una parte que Jesús es el ungido y que se apareció después de muerto, y por otra se expresa la duda de si cabe llamarle hombre. Pero Josefo era un judío de inquebrantable ortodoxia, aunque escribía para los gentiles, y por lo tanto le hubiesen puesto en situación verdaderamente comprometida tan heterodoxas afirmaciones, porque los judíos de la sinagoga esperaban entonces a su Mesías como lo siguen esperando ahora, por lo que no cabe admitir que Josefo se apartase de la ortodoxia diciendo que los príncipes de los sacerdotes habían acusado y condenado a muerte al Mesías y Ungido. Tan absurda incongruencia no necesita comentarios demostrativos de la apocricidad del párrafo en cuestión (113), aunque de otra manera opine un crítico tan eminente como Renán.

En cuanto a Tertuliano, esa lumbrera de la Iglesia que Des Mousseaux había de divinizar con el tiempo, no sale muy bien parado de las investigaciones de Reuss, Baur, Schweigler y el anónimo autor de Religión sobrenatural, quien inculpa al famoso apologista de inseguro en sus afirmaciones e inverídico en la exposición, al paso que Reuss califica su cristianismo de áspero, insolente, brutal y punzante, sin caridad ni unción evangélica, y advierte en él al polemista de mala fe y al más intolerante de los expositores.

El sofista Agustín remató la obra cimentada por los primitivos doctores de la Iglesia, pues sus conceptuosas elucubraciones sobre la Trinidad, sus veladas reticencias y arteras perífrasis contra sus ex correligionarios los maniqueos, y sus fingidos diálogos con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, indujeron a las gentes a llenar de oprobio a los gnósticos y obscurecer el concepto del verdadero y único Dios adorado en reverente silencio por los paganos.

Resulta, por lo tanto, que toda la fábrica del dogma católico no está fundada en pruebas sino en presunciones, pues los gnósticos estrecharon de tal modo con su irrebatible dialéctica a los doctores de la Iglesia, que para vencer esgrimieron estos armas fraudulentas.

La grey cristiana de los primeros siglos se maravillaba de que los historiadores coetáneos de Jesús nada dijeran de su vida ni de su muerte, y nadie comprendía la omisión de un acontecimiento que la Iglesia docente calificaba del más importante de la historia universal. Entonces, Eusebio subsanó mañosamente esta deficiencia. Tales fueron los detractores de los gnósticos.

La primera y menos significada secta cristiana de que tenemos noticia es la de los nicolaítas, así llamados de su heresiarca Nicolás de Antioquía, uno de los siete discípulos (114) que los doce apóstoles eligieron para distribuir los fondos de la comunidad a los hermanos de Jerusalén (115) después de la muerte del Maestro, y según confesión de los doce, era hombre de irreprensible conducta y lleno del Espíritu Santo con el don de sabiduría (116). Sin embargo, el apóstol San Juan declara el aborrecimiento que le inspiran sus doctrinas (117), por lo cual parece como si el Espíritu y la sabiduría fuesen escudo de herejes, al par que broquel de ortodoxos.

Download Newt

Take Isis Sin Velo - [Tomo III] with you