Capítulo 169
FALSEDAD DE EUSEBIO
Tan imprudentemente falaz es Ireneo, que en muchos puntos le contradice su más circunspecto, pero igualmente inverídico colega Eusebio, quien no llega a los mismos extremos, vencido de la incontrovertible evidencia. Así, por ejemplo, cuando Ireneo (105) asegura que Papias, obispo de Hierápolis, había sido discípulo inmediato de San Juan Bautista, le replica Eusebio diciendo que Papias declaró tan sólo haber aprendido su doctrina de los que habían conocido a Juan (106).
Sin embargo, los gnósticos vencieron a Ireneo al discutir la doctrina cabalística de la expiación, que el doctor cristiano se vio precisado a aceptar por temor de aparecer inconsecuente; pero como no comprendía su verdadero significado alegórico, la incorporó al dogmatismo eclesiástico bajo el concepto de pecado original, cuya doctrina hubiese infundido santo horror en el apóstol Pedro.
Después de Ireneo se nos presenta Eusebio como segundo paladín de la sucesión apostólica; pero la palabra de este Padre de la Iglesia no es más fidedigna que la de su compañero. Ya en el siglo VIII impugna acertadamente el vicepatriarca de Constantinopla, Jorge Syncellus (107), la audaz falsificación perpetrada en la cronología egipcia por Ireneo, a quien también juzga desfavorablemente el historiador de Sócrates, que floreció en el siglo V, y le acusa de haber alterado las fechas históricas con propósito de complacer al emperador Constantino y de cohonestar la cronología bíblica.
En sus trabajos de investigación para rectificar la cronología egipcia catalogada por Maneto, descubrió Bunsen que Eusebio había falseado deliberadamente y sin ningún escrúpulo la historia con su tendenciosa teoría de sincronismos parecida al lecho de Procusto (108). A esto añade el autor del Desenvolvimiento intelectual de Europa que Eusebio, obispo de Cesarea, es uno de los principales culpables de la ofensa inferida a la historia (109). No estará de más recordar al lector que a este mismo Eusebio se le achaca la interpolación en el texto de Josefo (110) del famoso párrafo referente a Jesús, que no aparece en los primeros manuscritos.