Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 91

VERSÍCULO APÓCRIFO

Podemos comprobar las adulteraciones de Ireneo, Teodoreto y otros sectarios mediante el cotejo de los manuscritos originales con las copias posteriores. El artículo del credo que dice: descendió a los infiernos, no aparece en los manuscritos de los siglos IV y VI, de lo que se colige que fue una interpolación tomada de las leyendas de Baco y Hércules. Sobre el particular, dice el autor del Catálogo de los manuscritos de la Biblioteca Real (43):

La interpolación en el credo apostólico del artículo: descendió a los infiernos es, a mi juicio, tan evidente como la del versículo séptimo de la primera epístola del apóstol San Juan.

Ahora bien; este versículo dice así:

Porque tres son los que llevan los archivos (44) en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo. Y los tres son uno.

Sin embargo, después de haber figurado en los textos canónicos se le tuvo por apócrifo, porque no aparece en ningún manuscrito griego (45). Las dos primeras ediciones de Erasmo impresas en 1516 y 1519 omiten este versículo, que no consta en ningún manuscrito anterior al siglo XV (46) ni mencionan los exégetas griegos ni los doctores latinos (47), tan afanosos de pruebas a favor de la Trinidad. También lo omite Lutero en la edición alemana del Nuevo Testamento.

Eduardo Gibbon fue el primero en descubrir la interpolación del versículo apócrifo, y por tal lo tuvieron el arzobispo Newcome y el obispo Lincoln (48). Dice Parson sobre este punto:

Desde luego, que si el versículo de los tres archiveros celestes fuese auténtico, lo hubieran conocido los primeros autores cristianos y de seguro lo aprovecharan como argumento de valía en pro del dogma de la Trinidad y en contra de los herejes (49).

Isaac Newton (50) dice:

Lo mismo que hicieron los latinos con el versículo en cuestión, hicieron los griegos con el versículo 16 del capítulo III de la Epístola de San Pablo a Timoteo, pues alteraron de ... en ... la abreviatura de la palabra ..... que aparece en el original manuscrito alejandrino. Con esta modificación quedó alterado el texto, de modo que se lee: Grande es el misterio de santidad; Dios manifiesto en la carne, en vez de leer como en el original: Grande es el misterio de la santidad manifiesta en la carne... Pero ahora que ya concluyeron las discusiones sobre esta adulteración, cuantos leen el pasaje: Dios manifiesto en la carne, hallan en él una prueba evidente del dogma relativo a este punto.

Preguntemos otra vez: ¿quiénes fueron los primitivos cristianos? Los con vertidos por la sencilla elocuencia de Pablo, que en nombre de Jesús prometía libertarlos de las ligaduras del dogmatismo. Sabían que eran los “hijos de la promesa” (51), y no estaba velada para ellos la bíblica alegoría en que Agar (52) simboliza la Sinagoga judía, que convirtió en esclavitud la alianza del Sinaí y puso en cautiverio a los hijos de Jerusalén. Gran número de judíos conversos injertaron en el cristianismo la persecutoria intolerancia desatada contra todo el que abominaba de la mojigatería y el dogmatismo; pero, por otra parte, se afiliaron a la nueva religión muchos gentiles pertenecientes al vulgo del paganismo (53), que por ignorancia de las verdades religiosas enseñadas en los Misterios estaban ansiosas de saber cuál era el único y verdadero Dios en aquel confuso panteón de dioses mayores y menores.

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